Así es como trasciende la serie estadounidense The Handmaids Tale (El cuento de la criada), que en el contexto de la administración Donald Trump, hace que su alucinante distopía se sienta terriblemente posible.
La serie está basada en la novela de la escritora y activista política canadiense Margaret Atwood, escrita en 1985. La historia retrata una sociedad distópica en un futuro no muy lejano, en el que la tasa de natalidad en el mundo se desploma como resultado de las infecciones de transmisión sexual y de la contaminación ambiental. Un régimen fundamentalista cristiano, conocido como la República de Gilead, establece un gobierno teocrático, para coronarse como los “salvadores” de esta debacle.
Esta sociedad margina a las mujeres y las divide en clases, según la función que tienen con respecto a su utilidad para los hombres. Se dividen en esposas de los comandantes, criadas (mujeres fértiles), Marthas (trabajadoras del hogar) y Tías (entrenan a las criadas). Ninguna tiene derecho a trabajar, leer o escribir, lo que les quita el control sobre su vida. Las criadas son violadas por los comandantes con el consentimiento de sus esposas, para que den a luz a los hijos de la élite en el poder.
Lo que busca Atwood es advertirnos sobre las formas en que las sociedades pueden direccionarse hacia la destrucción. La novela, escrita en 1985, tiene como contexto a los grupos conservadores que atacaban las mejoras logradas por el movimiento feminista de la segunda ola.
La historia se desarrolla en Cambridge, Massachusetts, ciudad que -dentro del periodo colonial- fue gobernada por puritanos teocráticos que regulaban cada aspecto de la vida humana, imponiendo códigos morales y de vestimenta, así como la persecución y destierro de disidentes. Todo esto sirvió de inspiración para que la escritora canadiense pudiera, vívidamente, trazar el relato.
En entrevista para el portal Variety, Atwood menciona que una de las reglas que tuvo al crear la historia, fue no usar nada que no tuviera un precedente en la vida real, en algún lugar y en algún momento. Resulta escalofriante pensar que las impactantes escenas que vemos en la pantalla ya se desarrollaron en algún punto de la historia humana.
Aunque la historia fue escrita hace 33 años resuena en la actualidad. The Handmaids Tale hace énfasis en la codificación de las relaciones de género, pues, aunque actualmente las mujeres tienen más libertad y oportunidades que en cualquier otro momento de la historia, siguen siendo violentadas por los comentarios y actitudes sexistas de personas como Trump. El presidente estadounidense ha sugerido que las mujeres deberían ser castigadas por tener abortos, o bromeando al decir que saldría con su hija, clasificado a las mujeres famosas con las que le gustaría acostarse, o haciendo comentarios inapropiados sobre el cuerpo de varias mujeres.
Lo que hace la serie bajo este contexto, es obligarnos a poner atención en los pequeños cambios que atentan contra los Derechos Humanos de las mujeres. Nos “ruega” estar al tanto de la gravedad de las consecuencias de la complacencia y de ejercer el poder injustamente.
The Handmaids Tale es una advertencia de que nuestros derechos no son rígidos y se pueden desenredar fácilmente. Busca que valoremos la autoexpresión, el conocimiento, el derecho a tener iniciativa y a la independencia.
La serie se ha convertido en uno de los símbolos feministas de protesta más poderosos de la actualidad, en respuesta a la opresión que viven las mujeres. Enaltece el poder de la resistencia, resistencia que en manos de hombres y mujeres conscientes puede romper las reglas políticas, intelectuales y sexuales de nuestros tiempos.
Georgina Bailón es una periodista de la Ciudad de México. Sígueme en: twitter / instagram