Por muchos años la industria relojera, sobre todo la suiza, ha reinado en un cómodo Océano Azul -desde la perspectiva del libro: La Estrategia de los Océanos Azules de W. Chan Kim y Renée Mauborgne- en el que no había nadie que se interpusiera y representara una real amenaza. La competencia se generaba al interior de la industria, entre las múltiples marcas y precios existentes.
En 2013, cuando Samsung presenta su primer “smartwatch”, la cosa cambia para la industria relojera, pues los usuarios notan que en estos dispositivos encuentran ventajas añadidas a comparación de los relojes tradicionales. La situación para las relojerías clásicas empeoraría en 2014 con la introducción del Apple Watch. Este nuevo tipo de relojes surge en un momento inmejorable para ellos: la moda “healthy” está en su auge, y si en algo motivan estos dispositivos es en hacer ejercicio con su avanzada tecnología de monitoreo, la cual hace un recuento muy preciso de calorías, paso, ritmo cardiaco, entre otros factores.
Fue también en 2013 cuando la empresa estadounidense Fossil acusó los primeros síntomas del “smartwatch” reduciendo su valor en 80%; a la par, Swatch, ha sufrido pérdidas hasta de 40%; la japonesa Citizen ha caído cerca de 20% en los últimos cuatro años, siendo esta última una de las compañías de relojes más grandes del mundo, Seiko y Richemont por su parte han llegado a caer hasta 13%
Algunas marcas en específico apenas comienzan a ver el panorama con un tono obscuro, mientras otras como es el caso de Fossil, se encuentran dentro de la tempestad, pues los números de los smartwatches lo avalan: en 2015 las ventas de este tipo de relojes, aumentaron en más de 350% desde que iniciaran en 2013. En 2016, el Gear S3 de Samsung vendió tan solo en Corea del Sur más de dos mil 500 unidades por hora el día de su lanzamiento.
Las grandes relojerías conocidas a nivel global tienen clara la tendencia actual de lo que se entiende por “reloj”; no en vano compañías de la talla de TAG Heuer -relojes suizos de mucho prestigio- han optado por la fabricación de sus propios relojes inteligentes como el TAG Heuer Conected Modular; sin embargo, no cuentan con el “market share” ni remotamente de compañías como Apple o Samsung.
De momento, los relojes que más se han visto afectados son los que tienen precios similares a los “smartwatches”, pues la alta relojería suiza goza de precios y prestigio mucho más elevados. Con el aliciente de que con el tiempo, la alta relojería tiende a apreciarse y es intocable para el coleccionista y conocedor, mientras que el “smartwatch” tiende a depreciarse por tratarse de un dispositivo electrónico, no así el caso de un Rolex, por ejemplo, que puede durarle al usuario toda la vida y su valor aumenta con el paso de los años. Aun así para nadie es un secreto que la idea del “smartwatch” atrae y bastante por las distintas funcionalidades que ofrece a comparación del reloj tradicional, con el aliciente de que motiva al usuario a moverse y a llevar un estilo de vida saludable.
De momento, la relojería clásica no está del todo cerca de llegar a su muerte; sin embargo, la ley de la adaptación de Darwin no deja de estar presente: el que no se adapta muere. Es cuestión de tiempo el saber si la relojería clásica logrará revertir la situación, ya sea por medio de sus propios relojes inteligentes o algún otro, o simplemente será un caso más de muerte de una gran industria, como ocurriera en su momento con compañías como Blockbuster.
Bruno Beteta, periodista deportivo de la CDMX. Sígueme en: twitter / instagram