¿Qué tanto consideras que las nuevas tecnologías pueden transformar la cultura? El domingo 21 de octubre, la Alameda Central se vio infestada por ríos de gente que no separaban la vista de sus celulares ni por un minuto.
No, no se trataba de turistas perdidos o de visitas informándose sobre la historia del lugar, sino de cientos de gamers participando en uno de los eventos mensuales organizados por Niantic, compañía de desarrollo software conocida por la programación y publicación del juego móvil de realidad aumentada, Pokémon GO.
Desde su lanzamiento en 2016, Pokémon GO desató una fiebre en millones de jugadores de todo el mundo que comenzaron a bajar el juego de manera desenfrenada, posicionándolo a tan solo 25 horas después de su lanzamiento en el top de descargas de iTunes.
El juego consiste en buscar y capturar criaturas del universo Pokémon escondidos en ubicaciones del mundo real, lo que implica moverse físicamente por diversas zonas de la ciudad para progresar. La aplicación ha sido reconocida por incorporar un importante elemento de interacción social, ya que esta promueve reuniones físicas de los usuarios en distintas ubicaciones.
En un domingo como cualquier otro, la Alameda suele ser el lugar donde familias, amigos y parejas se reúnen para pasear, comer o dar un recorrido en bicicleta; sin embargo, aquel día ninguna de dichas actividades era el plan principal. Aunque, en efecto, diversos grupos recorrían juntos los pasillos del parque, todos lo hacían con uno, dos e incluso tres teléfonos a la mano mientras intentaban capturar a las criaturas que aparecían en su dispositivos.
Entre los grupos se veía caminar juntos a padres e hijos vestidos con playeras y gorras que aludían a personajes del anime Pokémon. Algunas madres no se quedaban solo observando y aprovechaban ellas mismas para atrapar sus propias criaturas. “Vas caminando y entonces te salen estos “monitos” en realidad aumentada que atrapas”, le explicaba una mujer usando su teléfono como ejemplo a un hombre mayor, quien aparentemente acompañaba a su familia a la “cacería” y no perdía la oportunidad para aprender.
Un sujeto parado en una de las bancas de piedra ubicadas alrededor de las múltiples fuentes del parque hablaba por un megáfono, invitado a todos los asistentes a inscribirse a un concurso de captura de “Metagross”, el Pokémon que más saldría durante el evento y el cual todos los reunidos buscaban capturar. Quien lograra atrapar más Metagross se llevaría distintos premios a casa.
Aunque algunos individuos se apuntaron en la lista oficial del concurso, muchos otros pasaron sin prestarle mucha atención. Tal parecía que en realidad los usuarios no se estaban agrupando para ganar algo material o ser reconocidos públicamente, sino sólo para capturar Pokémones por gusto y expandir su colección virtual junto a familiares y amigos.
Jane McGonigal explora el por qué los videojuegos pueden ser excelentes herramientas para hacernos felices en su libro “La realidad está rota: por qué los juegos nos hacen mejores y cómo pueden cambiar el mundo”. En él, la autora expresa que en un videojuego, siempre estás jugando al límite de tu habilidad, siempre se está punto de fracasar pero, cuando caes, sientes la necesidad de escalar de nuevo en. Esto se debe a que no hay nada tan atractivo como un estado de constante trabajo en el que debes seguir mejorando tus habilidades para triunfar.
En la era digital, los videojuegos cada vez transforman más los modos de interacción social. Los gamers ya no se limitan solo a gente joven confinada a espacios cerrados sin comunicación con el mundo exterior, sino a grupos de todas edades, identidades y nacionalidades que encuentran en los videojuegos una forma de relacionarse más directa y efectiva.
“Está cagado que mucha gente lo juega. Hay personas que conozco de mi universidad solo por Pokémon Go. En incursiones (eventos en los que aparece un Pokemón extraño), conoces a gente y se pueden hacer tus amigos”, comenta Bernardo, un gamer de 19 años que juega Pokémon Go y recurre a eventos como este con frecuencia. “No hay nada más allá, no hay un premio final, es solo diversión”, añade.
Los conectividad de los videojuegos les ha otorgado la posibilidad de convertirse en nuevas experiencias que reemplazan a aquellas que uno podría vivir en el mundo físico. Esto no es forzosamente algo negativo, sino sólo un realidad, una nueva forma de conocer personas y pasar tiempo con ellas.
“Me gustaría menos porque, aunque hay juegos que se disfrutan solo, hay otros que son mucho mejor en grupo”, responde Bernardo al preguntarle qué opinaría si de pronto los juegos dejarán de poder jugarse con otros usuarios en línea. “Sería como cerrarse a conocer gente. En los juegos puedes hacer amigos y, cuando juegas con alguien y pasan cosas divertidas, se te quedan marcadas.”
Resulta imposible ignorar la unión que se ve durante los eventos de videojuegos llevados a cabo en espacios públicos como el de la Alameda. En él, familias que quizá hubieran permanecido en casa, enormes grupos de amigos con playeras del mismo club Pokémon y parejas que ríen juntos mientras observan sus pantallas hacen pensar que quizá los videojuegos, lejos de confinarnos a nuestros dispositivos electrónicos, son una nueva forma para unirnos y conocer con más facilidad a personas con nuestros mismos gustos.