Once grados de temperatura en la ciudad que nunca duerme. La sala de subastas de Christie’s se encuentra abarrotada y enérgica ante el nuevo “cachorro” que les han traído: la primera obra pictórica hecha con inteligencia artificial.
La obra, titulada Portrait of Edmond de Bellamy, no estuvo en la pared por más de seis minutos y alcanzó un precio de 432 mil 500 dólares.

Ésta fue creada por Hugo Caselles-Dupre, Pierre Fautrel y Gauthier Vernier, quienes unieron arte e inteligencia artificial con algoritmos; ellos alimentaron un sistema con 15 mil retratos pintados entre el siglo XIV y XX.
El Generador, una de las partes por las que está compuesta la máquina, crea una imágen basada en toda la información proporcionada, mientras que el llamado Discriminador localiza las diferencias entre una imágen creada por humanos y las hechas por el Generador.
La industria artística es uno de los mercados y maneras de inversión más antiguas del mundo. Ésta llevó a cabo transacciones por más de 47.4 millones de euros en 2014 y emplea a casi 2.5 millones de personas.
Generalmente las estimaciones que tenemos acerca del mercado del arte son solo aproximados, al igual que el conocimiento que tenemos acerca de él, ya que no hay mucha investigación académica.

Dentro del mercado tenemos diferentes figuras para que este funcione de la mejor manera:
- Coleccionistas: son los sujetos que tienen el dinero para invertir en obras y llevar la línea de un artista, temática o época.
- Asesores de arte: Asesoran a coleccionistas sobre qué, cuándo y dónde comprar la próxima pieza que añadirán a su colección.
- Dealers y Galeristas: A ellos llegan múltiples obras, principalmente nuevas, además de que ayudan a los artistas a mover sus obras a coleccionistas y museos.
- Casas de subastas: estas casas representan el 50% de las ventas que se llevan a cabo dentro del mercado de arte
- Ferias y Bienales: exhiben múltiples obras que pueden llegar o no a estar a la venta.
- Museos: Es importante que en algún momento la obra aparezca en este espacio ya que se permite tener más de cerca el disfrute y encarnarla en un entorno cultural.
De acuerdo a Marien Villafañe, asesora de coleccionista, el mercado internacional del arte se divide en dos tipos. Está el primario, donde se obtiene la obra directamente del artista o con la galería; el artista presenta su obra directamente con la galería y está con el comprador. El mercado secundario es en el que, a través de casas de subasta (principalmente) o galerías, se venden obras de artistas de “mayor prestigio”.
Recordemos que para que todo tipo de mercados funcionen se tiene que establecer cierta regulación para que se venda de manera pareja.
Laura González, experta en historia de arte mexicanos y valuación de arte, explica que la evaluación es establecer el equivalente monetario de la obra. Para ello se toma la condición de la misma, si debe ser restaurada o no. Se revisa con luz ultravioleta y, posteriormente, se recurre a catálogos en los que están establecidos ciertos valores similares a la obra que se tiene en posesión.
Para la evaluación no se puede dejar de lado el mérito artístico, no es lo mismo valorar un paisaje de José María Velasco, cuya especialidad recae en dicho campo, a un retrato del mismo.

Después este proceso la obra se pone a la venta, sin embargo existe un código implícito entre los vendedores y valuadores que la gente que compra desconoce y el cual genera cierta desconfianza en el mismo mercado. Pero es esta incertidumbre es lo que hace al mercado tan interesante para los inversionistas, ya que convierte al arte en un objeto de exclusividad. A la gente no le importa cuánto paga por tenerlo.
En cuanto la situación del mercado de arte nacional, en México se ha logrado estar en el top 10 de ciudades con más ferias de arte en el mundo y, entre el top 200 de coleccionistas de arte, destacan varios mexicanos. Aun así, en 2017 México apenas vendió 5.7 millones de dólares en subastas de Christie’s y Sotheby’s, cuando otras casas de subastas llegan a manejar hasta cuatro mil millones de dólares.
El problema recae principalmente en que no hay muchos coleccionistas, y si los hay, el número es mucho menor cuando compran con verdadera pasión o compulsión. Pero igual tenemos otra vertiente en la que el arte mexicano que verdaderamente vende en estas subastas internacionales pertenece al segundo tipo de mercado: recae en estos “muralistas” como Diego Rivera, Orozco, Siqueiros, los Fridas; y luego, están las galerías cuyo labor principal sería exponer a nuevos artistas, pero en realidad lo que hacen es seguir con corrientes “antiguas” y arte que se apega a lo que vende en el momento.
Lo más caro y “vendible” dentro de la industria artística no es lo que ha marcado épocas pasadas, colecciones o artistas en particular, sino lo que está de moda. Lo que más se vende es arte contemporáneo, en el que no siempre hay una obra en sí, lo cual crea un mercado volátil y subjetivo.
La exclusividad del mercado de arte se basa en que una obra pictórica original, a diferencia de una canción, una fotografía, u otra obra, solo la puedes vender una vez. De ahí su valor. A veces es difícil vender una obra pues para asegurar al 100% su autenticidad se necesita de un comprobante del artista y, como se sabe, en muchos casos están muertos.
Luego llega el arte contemporáneo a golpearnos en la cara y vender una “idea”, ya que no siempre pueden sacarse las obras de los museos o desarmarse y armarse en la casa de los coleccionistas.
Toda esta incongruencia ante la compra, de cómo un coleccionista podría no comprar una obra que tiene enfrente por miedo a que no fuera auténtica pero sí comprar algo que nunca va a tener en su casa, nos llevó a Luis Fernando, un joven pintor mexicano.
Por más de 10 años él se ha dedicado a pintar, sin embargo reconoce que, como artista, es difícil vender su obra y mucho más difícil que le paguen lo “correcto” por su trabajo al no pertenecer en primera instancia al movimiento del arte contemporáneo y no estar dentro de la industria.
“Es casi una mafia”, menciona en cierto punto. En realidad quienes gestan lo que se mueve en el mundo del arte son los curadores (que son los que montan lo que está en “auge” en galerías, ferias, subastas y museos), y el gusto del público en general… es una atención a la oferta y la demanda.

Luis Fernando igualmente hace énfasis en que la adquisición de arte en México no deja de tener una tendencia eurocentrista, refiriéndose nuevamente al arte contemporáneo y en algunos casos “folklorista”, donde la gente busca ver el reflejo de la cultura mexicana y recaen, nuevamente, en los muralistas.
En México sucede una situación curiosa dentro del mercado de arte contemporáneo: uno de los exponentes más importantes de este medio económico es Zona Maco, feria de arte que surge en 2008 y que tiene dos eventos al año. Zona Maco surge desde la iniciativa privada, sin embargo es apoyada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) que se encarga de la promoción y patrocinio de la cultura y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), organismo que apoya la creación y producción artística dando espacio a artistas sin galería.
Si bien es una de las exposiciones más importantes de México, solo el 20 por ciento de las casi 135 galerías Zona Maco alberga son mexicanas. La exposición no apoya el desarrollo y la exposición del arte nacional. Las obras, artistas y galerías de otros países que ésta trae es lo que la vuelve “rica”.
Para concluir, se podría contemplar que el mercado de arte en nuestro país todavía está en pañales porque, a comparación de las compras en casas de subastas internacionales, México es casi una burla.
Luego está el factor de que lo que más se vende es arte de hace 40 años, lo que nos dice que, o los artistas actuales no tienen una oportunidad para entrar al mercado y ofrecer una nueva propuesta, o todavía no se la quieren jugar por el arte contemporáneo y que México no está a la vanguardia en lo que el mercado demanda.
A pesar de que existen parámetros para la medición de las obras, y la industria artística es un mercado exclusivo, esta está a merced del gusto y el fanatismo de lo que millones de personas quieren ver, pero solo pocos pueden adquirir.
Cecilia Belén Arcos Martínez
Laboratorio de Comunicación Periodística