A unas cuadras de las vías, donde pasa el conocido tren La Bestia, se encuentra un taller mecánico, donde hay carros destartalados alrededor de éste, esperando a ser compuestos, dentro de una cochera, también se encuentran resguardados con un enorme portón verde.
Pasando la puerta se observa un mundo muy diferente al que se espera; se escucha el idioma español, con diferentes acentos; se ven en su mayoría hombres, y niños jugando entre carros, y mujeres se asoman para ver quién llega.
El lugar está ubicado en una colonia popular llamada Pilares, la cual tiene varios comercios para un nivel socioeconómico medio; la zona es muy frecuentada, ya que también está a una cuadra de entrada principal del poblado de Metepec.
Pasando el portón verde se ve que el lugar está dividido en varias secciones. Una, que que es la más grande, donde se guardan los automóviles. Una casa pequeña para una persona y una oficina llena de papeles que hablan sobre asuntos migratorios. La otra parte, corresponde al espacio destinado para la vivienda de los migrantes, pocos coches y piezas automotrices.
Subiendo la mirada, se ve un cartel colgando del techo de lámina que cubre la mitad de esa cochera, se lee con título en grande “Albergue, Hermanos en el camino”, seriado de 10 enunciados que establecen reglas para la convivencia, hablando de respeto y aseo, terminando con la frase “Andamos en el mismo camino”.
Nos recibe un señor alto y avanzado de edad visible por las canas. Es Armando Vilchis, el encargado y fundador de este albergue. Pasamos hasta el fondo, donde hay una pequeña sala de estar improvisada, con una tele de caja y asientos de los mismos carros; después hay una pared de cortinas en las que se pueden ver las literas que están acomodadas en forma de tetris para que los migrantes puedan dormir.
Cuando entramos, todavía los migrantes se estaban alistando para empezar sus labores del día. Nos ponen sillas para sentarnos en círculo. Armando, en voz alta, habla con ellos diciéndoles que veníamos a hacer un trabajo de escuela, que queríamos conocer su caso. Así unos se acercaron a nosotros; otros, simplemente nos observaban.
Albergue Hermanos en el Camino Metepec A.C., es una casa para migrantes de Centroamérica, que, ahora por la Caravana Migrante, la mayoría son hondureños. Su objetivo principal es dar hospedaje, que se sientan como en casa y distraerlos un poco del estrés del viaje, además de facilitar y orientarlos sobre cómo tramitar una visa humanitaria sin costo alguno ni trámites.
El lugar tiene capacidad para 50 o 60 personas, si aprovechan bien el espacio. De ese número, en algunos casos se cuentan hasta 10 niños. La estancia puede durar aproximadamente entre 15 a 20 días, de acuerdo a los trámites para obtener la visa y los objetivos que tengan los migrantes, ya que también muchos regresan a visitar a Armando como muestra de agradecimiento y ayudar a los migrantes en turno para su viaje.
En 2016, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), señaló que cerca de 66 millones de personas son desplazadas forzosamente. Las causas varían desde la escasez de trabajo, medioambientales y falta de seguridad en contexto de violencia y agresión hacia ellos como personas.
“La gente cree que vengo a robar o aprovecharme de la situación, pero no es así, viví en un ambiente de violencia y lo único que quiero hacer es salir de eso», dijo un migrante salvadoreño que venía en la Caravana.
Las personas que pasan por el albergue se quejan mucho del tránsito por los países del Triángulo Norte de Centroamérica, ya que destaca el incumplimiento de los Derechos Humanos al refugio, porque los tratan como criminales, y la asistencia la cual es nula. Tampoco hay orientación, y hay afectaciones a su integridad física e incluso, a su vida.
“Yo a lo que vengo es a acoplarme con el estilo de vida de México, tiene mejor calidad de vida que mi país, Honduras, obvio si encuentro la oportunidad de irme pal’ otro lado, la tomo, sólo quiero vivir mejor”, declaró un migrante hondureño.
Pero aquí su principal interés es obtener la visa humanitaria para poder transitar tranquilamente el país; según el periódico Reforma, la cantidad de visas humanitarias han aumentado en países como Panamá, El Salvador, Guatemala y Honduras. México ha podido otorgar documentación que da el estatus de refugiado a algunos migrantes de estos países centroamericanos, y en algunos casos los ha dejado quedarse sin ser reconocidos como tal.
“No es posible tramitar la visa humanitaria con antecedentes penales, el COMAR (Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados) lo que hace, es que nos pide una serie de documentación para que podamos circular en México sin el problema de ser detenidos y que nos deporten” menciona un migrante hondureño.
En 2015, y según estimaciones de la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación (Segob), cerca de 300 mil centroamericanos transitaron por México con intención de llegar a Estados Unidos; del total, detuvieron casi a 200 mil personas y se deportaron casi 140 mil.
“Nosotros tardamos tres semanas en los trámites, ahorita pues bueno ya se me venció y vine a pedir la ayuda de Don Armando, pero dura un año y eso es una gran ayuda” migrante guatemalteco.
El COMAR lo que hace es dar protección a la persona extranjera que busca refugio en territorio mexicano, para no ser devuelto al país donde su vida, seguridad, libertad o integridad se encuentren en riesgo. Este trámite tiene una duración de 45 días hábiles, periodo en el que se garantiza la confidencialidad y seguridad de poder transitar en México.
Como parte del procedimiento, el solicitante deberá llenar de su propia mano frente a una autoridad, un formulario de información en el cual tiene que proporcionar datos personales y los hechos por los cuales emigró de su país de origen o residencia habitual. Los solicitantes de la condición de refugiado tienen derecho a contar con representación legal. El solicitante deberá narrar los acontecimientos que motivaron su viaje, la salida del país de origen o de residencia, así como pruebas sustentables a sus declaraciones. En caso necesario también se le puede asignar un traductor o intérprete de su lengua. Durante todo este proceso se garantiza el respeto de los derechos humanos de los solicitantes.
El estado en el que viven los migrantes es precario desde que emprenden el camino: no tienen seguro nada, ni sus vidas. A pesar de que en el albergue les dan la hospitalidad, y gracias a los vecinos, éste se mantiene con donaciones en especie, como comida, ropa o medicinas. Pero no les es suficiente, ya que Armando paga de su bolsillo luz, agua, electricidad y tortillas.
Por eso que los migrantes aquí se encuentran identificados, pues colaboran en equipo, se sienten como en familia. Por ejemplo, tienen que ordenar la cama, hacer el aseo personal y del lugar; conviven, buscan trabajar en lo que pueden. Son libres de poder ver la tele, de hacer lo que quieran, aunque tienen un compromiso moral y de agradecimiento con el Señor Armando, que así lo llaman.
A los migrantes le gustaría tener charlas sobre las Enfermedades e Infecciones de Transmisión Sexual, ser orientados sobre Derechos Humanos, hablar sobre familia, sobre la comunidad LGBTI, enterarse de los temas actuales del país por el que transitan. Tener material de primeros auxilios, pensando en los casos de emergencia en el transcurso del viaje, clases para sacar sus documentos de primaria, secundaria, preparatoria, porque cuando pueden obtener su visa de migrantes pueden presentar los exámenes de que acreditaron escolaridad.
Es ahí en ese momento cuando reiteran que vienen a superarse como personas, a tener una mejor vida, cuando, mencionan, incluso, que en su lugar de origen muchos eran maltratados y discriminados por su familia y por la gente del barrio donde vivían, debido a sus gustos y preferencias por su mismo género.
El albergue es vigilado por un policía municipal las 24 horas, y su función es regular quién entra y sale, así como proteger a los migrantes. Estos hacen acuerdos para el uso de las camas y conectores eléctricos; se da preferencia a quien acaba de llegar, seguido de mujeres y niños. Hay migrantes que solo acuden al albergue para renovar su visa humanitaria; otros buscan servir de manera indefinida, ser una ayuda.
“El albergue se mantiene de las mismas personas que viven alrededor” nos comentó Don Armando, “… de personas que llegan y regalan comida para el desayuno o la propia comida y eso nos ayuda a que la comida dure un poquito más, los migrantes también nos ayudan, porque muchos buscan trabajo en construcciones, que es un trabajo temporal.”
México es un país que ha sido utilizado como trampolín para poder llegar a Estados Unidos, sin embargo, no ha sido muy amistoso con los migrantes en las últimas décadas. Hoy en día como se sabe son un grupo vulnerable, que viajan arriesgando su vida en busca de una mejor situación económica y segura. Es por eso que llegar con Armando Vilchis, es un alivio para ellos, ya que así por la ayuda que les brinda, le genera una esperanza para los que están en tránsito.
Por: Michelle Palma Laboratorio de comunicación periodística Universidad Iberoamericana