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En Centroamérica, especialmente en los países del denominado "Triángulo del Norte", los índices de corrupción y de vulneración de derechos humanos siguen siendo muy altos

Para muchos ciudadanos nada, o casi nada, ha cambiado desde la tercera ola de la democratización, denominada así por el doctor en Ciencia Política, Samuel Huntington.

Su análisis sugería que entre finales de los años 80 y comienzos de los 90, países como Argentina, Brasil, Chile, El Salvador, Guatemala, Honduras, entre otros, iban a tener una democratización que les permitiera tener después de varios años un sistema político donde existiera una institucionalidad amplia y estable, dispuesta a la participación colectiva de la gente. Sin lugar a dudas, un sueño imposible para algunos de estos países.

Lo cierto es que, salvo Costa Rica, la inestabilidad que se ha presentado en Centroamérica es más que alarmante. Para dar unos breves ejemplos, nos encontramos con lo siguiente:

En Nicaragua, está sucediendo una implosión social a causa de la dictadura de los Ortega, donde todas las ideas de cuento de hadas de la revolución sandinista se esfumaron.

En Guatemala y El Salvador, especialmente las pandillas encabezadas por las Maras Salvatrucha (incluyendo Calle 18), cada vez tienen más control sobre estos países. Se matan personas a diario, se separan familias y el Estado es más invisible que nunca.

Y Honduras, por su parte, está bajo la mano corrupta y negligente de Juan Orlando Hernández, quien tiene al país al borde de la quiebra y que fue acusado de haber cometido fraude electoral para su reelección a comienzos de este año.

Además según un informe de la Comisión de Derechos Humanos de ese país, citado por la BBC, en el marco de las protestas que se hicieron tras su posesión fallecieron 31 manifestantes. Desde ahí a la fecha la situación no ha cambiado y Honduras es una olla a presión.

Entonces, ¿cuál podría ser la salida más sensata para pensar en tener una mejor vida? ¿Huir a Estados Unidos?

Esto es lo que pasa por la cabeza de muchas personas que están dejando sus vidas atrás. Desde San Pedro Sula, Honduras, han salido miles de personas que buscan un mejor futuro lejos de sus hogares. Han pasado por Guatemala, donde se han sumado migrantes de ese país, al igual que otros tantos salvadoreños.

Después de unos días atravesaron Guatemala con algunos problemas. Llegaron a Tapachula, Chiapas, y de ahí en adelante, la solidaridad de los mexicanos que se cruzan en su camino ha sido masiva. Por supuesto han habido problemas; unos se han dispersado, otros han muerto, pero en su llegada a la Ciudad de México se han encontrado con un albergue dispuesto a atenderles en sus necesidades. Con voluntarios locales y de varias partes del mundo, entre ellos, de Estados Unidos.

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Zona de campamento en el ‘Palillo’ | Foto: Camilo Pardo Q

Alex Ciullo – la mujer que pone las manos al fuego por Centroamérica

Alex es contundente al decir que cuando Trump amenaza a los hondureños (y por inferencia, a los demás centroamericanos en las caravanas) con quitarles la ayuda económica que les da su país si no regresan por donde vinieron, en realidad está haciendo una amenaza exclusiva a los gobiernos implicados, porque las tasas de corrupción son tan altas que dicha “ayuda” la gente sólo la ve por noticias.

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Alex Ciullo arregla un par de zapatos para niños hondureños | Foto: Camilo Pardo Q

Esta chica de 20 años, proveniente de Chicago y Filadelfia lleva unos cuantos meses viviendo en México, estudiando y desempeñándose en lo que la apasiona desde hace más de cinco años: ayudar a los migrantes.

Dice con tranquilidad que sus pasatiempos en Chicago son en servir como traductora y asesora en temas migratorios a personas que llegan a Estados Unidos provenientes de Centroamérica, especialmente de Guatemala.

Muchas de estas personas con las que Alex trata, han tenido problemas con las ‘maras’, y por eso se ven obligadas a salir de sus hogares. Ella ha sido testigo de decenas de testimonios que se centran en el dolor de dejar sus tierras de manera forzada.

Entre los días de trabajo, también hubo tiempo para encontrar el amor. Se enamoró de un migrante guatemalteco que reside desde hace cuatro años en la ‘Ciudad de los Vientos’, pero que por cuestiones de seguridad, prefiere no decir su nombre. Cuenta que él le dijo que lo más seguro es que su familia venga desde Ciudad de Guatemala en una segunda o tercera caravana de migrantes. Y es por esto, especialmente, que se ha tomado el tema de ayudar a estas personas de manera más personal en los últimos días.

Si bien su estancia en México se debe a un intercambio académico, parte de su tiempo libre es dedicado para trabajar ayudando a migrantes que quieran llegar a Estados Unidos y que utilizan a México como trampolín.

Su espíritu humanitario no se va en ningún momento y entiende como pocos la coyuntura del momento. Tanto es así que al tener noticias de que varias caravanas de migrantes iban a pasar por la Ciudad de México acudió a la popular aplicación ‘Venmo’, para que amigos y familiares pudieran donar dinero para ayudar con las necesidades de por lo menos las dos primeras caravanas que llegaran a la ciudad.

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Carpa de las monjas | Foto: Camilo Pardo Q

Con más de 13 mil pesos recaudados en las primeras 18 horas de haber mandado su solicitud, según ella, el único pensamiento era poder conseguir las cosas que solicitaran más en los albergues y que por lo menos el tiempo que fueran a estar en la ciudad, sintieran que hay mucha gente que los quiere y apoya, y que cree que sus derechos humanos deben ser respetados por todos, fuese donde fuese.

Esta forma de ver el panorama de los migrantes lo comparte Bryan Mendieta, un abogado nicaragüense que reside en México, por lo menos hasta que la situación en su país cambie. Él afirma que los Estados deben ser garantes de los derechos de las personas, sea cual sea su condición; viva legal, o ilegalmente en un país.

A su vez, él piensa que por pactos que se han hecho en la ONU y en La Haya, se debe considerar siempre a los migrantes como una población en desventaja, por lo que los gobiernos a nivel internacional deben atribuirles lo mínimo en derechos humanos.

Cuestiones como estas no las entendió el conductor de Uber que llevaba a Alex desde un Soriana en la Colonia Narvarte, hasta el deportivo Jesús Martínez ‘Palillo’, donde iba a entregar ayudas que consiguió con el dinero donado por los ‘gringos’ de los que no se habla en las noticias.

Este hombre le decía que con tanta pobreza en México no había porqué ayudarles a estas personas que “salieron de manera voluntaria de sus países”. Alex ni siquiera se alteró, sino que a través de una explicación tangencial de por qué la salida de estas personas no fue del todo “voluntaria” y que el contexto de la coyuntura llama por sí sólo a que la gente ayude y se ponga en los zapatos de estas personas fue que sostuvo su labor de ayuda como algo incuestionable. 

Así es como vive ella. Muchos días con su playera de ‘Keep families together’ y con el ideal de que en su país se puede ayudar más que destruir sueños. Es una persona irreverente que no le importa venir de una familia extremadamente conservadora, para así ayudar a un pueblo que le robó el corazón y que le ha dejado muchos amigos. Gente que ve reflejada en los migrantes que llegan y que por lo menos en la Ciudad de México no piden más que un par de zapatos decentes y una estabilidad alimentaria para por lo menos unos días.

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‘Partidito’ de poker | Foto: Camilo Pardo Q

Con sangre estadounidense pero con un corazón centroamericano es que ella pasa sus días. No espera nada a cambio, más que ver de a poco que los sueños de estas personas están tomando un rumbo diferente. Así es como quiere que más personas vean la vida y trabajen más allá de sus intereses. Idea de vida que comparte su compatriota, Jacob Tressel.

‘Jake’ – el voluntario que quiere cambiar la imagen de su país

Jacob levanta una cantidad de cajas llenas de medicamentos que parecen superar su físico delgado. Pero su voluntad de ayudar parece ser mayor al peso de éstas.

Nos dijo que su motivo de estadía en México es exclusivamente para hacer una práctica en una ONG, que prefirió no nombrar, para trabajar en temas relacionados a la migración. Su muy limitado español le sirve para comentar que ese trabajo le agrada en la medida que ve utilidad dentro de sus acciones, y que cree que poco a poco está ayudando a contribuir en mejorar lo que las personas piensan de su país.

Jacob Tressel, o Jake para sus amigos, viene de la ciudad de Nueva York. Su color de piel tan característico es el estereotipo de muchos latinos hacia las personas de ese país, los cuales son denominados casi en su totalidad como ‘red necks’. 

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Migrantes al son del mariachi | Foto: Camilo Pardo Q

Le preocupa de sobremanera que ante la opinión pública internacional, la mayoría de las personas se queden con lo negativo de los Estados Unidos: que por el simple hecho de que ganó Donald Trump las elecciones hace dos años, se crea que todo el país maneja un corte tan radical en ciertos temas, entre ellos, por supuesto, el de la migración de latinos hacia la “cuna de la democracia moderna”.

Esa es su gran motivación. No le interesa levantar ‘x’ cantidad de cajas o no manejar el idioma del país donde se encuentra porque sabe que hay cuestiones más importantes que esas, como por ejemplo ayudar a los demás cumplir sus sueños.

Cuenta que sus padres siempre le ayudan con ese tipo de causas, y por eso desplazarse por distintos países que han vivido momentos de migración, tales como Brasil, con los migrantes venezolanos, o Alemania con los migrantes sirios.

Por supuesto, contextualmente ninguna de estas visitas se equipara a la actual con los centroamericanos, esto por el simple hecho de que su país está involucrado en el actual proceso de migración masiva. Y porque al igual que Alex y la gente que lo quiere y apoya, no va a descansar hasta que sus esfuerzos puedan visibilizar una población de Estados Unidos que se quiere marginar socialmente por muchos medios.

El doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, Carlos Díaz, habló sobre cómo actos como los de Jacob podrían implicar un nivel macro. Si existiera un escenario en el que más personas pensaran y actuaran de esa manera, el estado mexicano y un conjunto de países amplios trabajarían en torno a este tipo de políticas migratorias para brindar ayudas en torno a los derechos mínimos de estas personas. A su vez, las relaciones entre países mejorarían y nadie sería considerado como “ilegal”.

Mientras esto siga siendo una utopía, labores como las de Alex y Jacob son profundamente valoradas por los pocos que entienden lo que significa dar la espalda a muchas cosas para ser empático y estar en la capacidad de ponerse en los zapatos de personas menos favorecidas.

Camilo Pardo Quintero | Laboratorio de Comunicación Periodística

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