Cada año, alrededor de mil 789 personas se reúnen en el mercado de Sonora en la Ciudad de México para vender distintas piezas relacionadas con la festividad, en las que destacan los alfeñiques, calaveras de azúcar y chocolate, flores de cempasúchil, copal y por supuesto, papel picado.
Al hablar de papel en México, hablamos claro de un específico del arte popular: el denominado papel picado, el cual juega una función de adorno en las diferentes festividades que se celebran en el país. México es sin duda, un país poseedor de una de las herencias culturales más ricas del mundo; fusión de antiguas culturales mesoamericanas, cuyas tradiciones se remonta a miles de años atrás, tan atrás que es difícil rastrearlas. Abarcan la comida, el vestido, el lenguaje y los usos y costumbres que posteriormente se enriquecerían por la cultura europea y asiática, creando así un mosaico maravilloso que envuelve la vida cotidiana hasta la actualidad.
A lo largo de los años el arte popular ha jugado un papel primordial dentro de todas las festividades. Siendo un reflejo de la sociedad y la cultura de los pueblos. Este arte se ha ido pasando de generación en generación, volviéndolo así algo que hasta en la actualidad perdura en nuestras vidas diarias y que seguirá́ trascendiendo con el paso de los años.
“El arte popular no es sino un reflejo de la sociedad y la cultura de los pueblos de México; a través de este la actividad humana deja de ser un elemento de subsistencia para transformarse en creación estética”, dijo Héctor Palhares, historiador del arte y experto en arte popular.
En entrevista con Palhares, habló sobre la diversificación del arte popular en el país y cómo poco a poco cada lugar ha ido adquiriendo sus propias técnicas y materiales. En el caso del papel picado, empezó en los tianguis de Día de Muertos; en dichos lugares se vendían todos los objetos relacionados a las ideas fúnebres del día. Sin embargo, éste nació teniendo una función estética de labor y composición, teniendo así un carácter decorativo, es decir: arte utilitario.
Al centro del estado de Puebla se encuentra el municipio de San Salvador Huixcolotla, mejor conocido como la cuna del papel picado en México. Dicha población cuenta con otras actividades económicas; no obstante, resalta la elaboración de los picados, debido a la cercanía con una de las principales centrales de abastos de la región. En una de las calles laterales del pueblo, a unos pasos de la plaza principal, se encuentra una pequeña casa de adobe; la cual funge como hogar y taller para Gonzalo Alonso Pérez, quien es uno de los pocos artesanos en México que sigue trabajando la técnica del papel picado a mano y lleva 28 años en el oficio.
Uno de los pilares más grandes de las prácticas artesanales en México es, sin duda la familia, ya que, en el proceso de producción, destaca la participación de casi todos los miembros de ésta. Al ser un arte que se comparte de generación en generación, cada uno de los miembros que se involucra en esta práctica va creando tanto sus propias técnicas como materiales, ajustándolas así al tiempo en el que se vive. Muchas veces lo mejor que se le puede heredar a los hijos es un oficio, este es el caso del papel picado, en el cual cada vez existen menos artesanos que ejercen este trabajo, debido a la producción en serie y a la poca remuneración económica que reciben a cambio.
Para trabajar el papel, los artesanos fueron pasando del uso de las tijeras al de los cinceles, los cuales están hechos de hierro forjado, con el que se ha logrado un trabajo más elegante y con múltiples detalles. Existen cinceles derechos e izquierdos y cada uno con una forma específica, esto ayuda a elaborar las formas o figuras particulares que se requieren en los diversos diseños.
Al elaborarlo a mano, se utiliza un plomo, el cual sirve para amortiguar los golpes del martillo sobre los cinceles. Se trabaja sobre una planilla y sobre ella se ponen las múltiples hojas de colores. Pueden existir diversos materiales que se empleen en la elaboración del papel picado. Como su nombre lo indica, el papel es el más común, siendo el papel de china el que más se utiliza. Sin embargo, hoy en día el trabajo no solamente es en papel de china sino diversos tipos de papel; papel couché, papel manila e incluso en materiales como plástico y seda.
En la actualidad es difícil encontrar un lugar donde se siga elaborando el papel a mano, pues el proceso de creación y producción para cada picado dura aproximadamente tres horas, dependiendo claro de cada diseño. “El artesano no tiene como objetivo elaborar una pieza que sea perfectamente proporcionada y simétrica, simplemente se deja guiar por el cincel y espera a que haya una fluidez artística dentro de su trabajo”, comenta Gonzalo Alonso Pérez en entrevista. Los picados consisten en flores, imágenes de santos o letreros alusivos al tema; pueden ser bajo pedido o con un diseño ya preestablecido.
Lamentablemente, cada vez hay menos artesanos que se dedican a la elaboración del papel picado; la mayoría trabaja el papel en máquina por medio de moldes; posteriormente, lo venden a un intermediario quien se encarga de distribuirlo en distintos puntos de venta. En nuestra sociedad, resulta poco común que la gente vaya a un lugar de producción artesanal en búsqueda de una pieza de arte popular. Realmente son los intermediarios quienes los que venden en mercados populares en México, como es La Ciudadela, donde se triplica el valor de la pieza y el artesano termina ganando únicamente 15% de lo que está vendiendo.
Por ello, se crearon instituciones formales como el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (FONART), que lo que hace es el apoyo a la artesanía mexicana en distintos puntos, tales como museos y otros puntos turísticos. Le da un porcentaje muy justo al artesano y se queda con la comisión por la operatividad que implica.
En México se ha menospreciado de manera económica el arte popular. El mexicano tiene la mala costumbre -o bien poca educación cultural- de regatear sobre el precio original. Dicho tema implica una problemática en términos de arte popular, pues las personas están haciendo a un lado todo el valor que tiene una pieza artesanal, la cual no hay que olvidar forma parte del patrimonio tangible e intangible del país. Muchas veces, el artesano termina vendiendo la pieza a un precio muy bajo, pues se trata de una actividad con profundo significado para ellos, que a su vez responde a las necesidades económicas propias. Es por ello, que se necesita concientizar al comprador de todo lo que implica el proceso de creación: desde la vida del artesano, su relación con los materiales, el tiempo invertido, hasta la creación única e irrepetible de cada pieza a diferencia de la gran producción fabril y cómo es que no tiene menos, sino el mismo valor que la pieza de un artista.
La diferencia que ha habido durante mucho tiempo entre arte tradicional y arte popular forma parte de un tema muy polémico y debatido en nuestros días; sobre todo en el ámbito del arte contemporáneo. El mexicano cuenta con la mala costumbre de convertir al artesano en una figura secundaria. Pues al tratarse de artes manuales y aplicadas a objetos de uso cotidiano se les entiende de manera inmediata como una artesanía. Este es el caso del papel picado, por no mencionar miles de prácticas más. Al papel picado se le ha dado una jerarquía menor a la de cualquier obra hecha por un artista, pues las personas no se dan cuenta de todo el proceso creativo y de manufactura que hay detrás, los cuales van mucho más allá del propio objeto en sí. Tiene toda una construcción estética, valores de forma, de técnica, de conocimiento y de tradición que le dan la misma investidura que le pintura de un artista.
Alonso Pérez, comenta que cada papel picado artesanal forma parte de un proceso de creación específico, lo que hace que sea único dentro de sus características. De igual manera, con un tono de preocupación e incertidumbre habla sobre el futuro de la práctica del oficio.“Las máquinas nos han quitado el trabajo, la gente sólo lo quiere por mayoreo, no les importa lo demás”. Cada vez, existen menos talleres en donde se haga el papel de manera artesanal; pues la industria se ha apoderado de la práctica, quitándole a los picados de manera inmediata el valor cultural y personal tan grande que tienen.
La vida de Gonzalo como la de muchos de artesanos en el país depende de la práctica artesanal, lo que los obliga a dedicarse no únicamente al oficio artesanal, sino que tienen que buscar otras maneras de ganarse la vida; en el caso de Gonzalo, es el campo. Con el tiempo, miles de artesanos han podido adaptarse a este cambio industrial; no obstante, no ha sido una tarea difícil, pues para ellos la mera acción del oficio va mucho más allá del objeto en sí. “Los picados forman parte de quienes somos, de lo que fuimos y seremos”. Agregó con tono nostálgico, Alonso Pérez.
Ante un escenario cotidiano, que pareciese ya como fallido; se puede agregar que poco a poco, después de casi 200 años la línea que hay entre arte y artesanía ha comenzado a romperse. El arte consagrado, por así llamarlo, se está empezando a vincular con el viejo trabajo gremial, incorporando elementos uno de otro. Esperemos que pronto sea ese el caso del papel picado, pues no se puede perder una tradición ancestral como lo es ésta.
Los picados como bien se dijo en entrevista “tienen por naturaleza un valor artístico”. Esta práctica forma parte de la herencia cultural de una época, de la configuración de la mentalidad nacional folclórica, de cómo se entiende lo mexicano a través de la artesanía, este arte es una referencia a lo que es ser mexicano, razón por la cual está presente en el colectivo imaginario mundial. “Es una forma de dar cuenta de un arte nacional y tiene un valor artístico porque es un medio de comunicación de identidad colectiva. Va creando una conciencia nacional y le da una validación a lo nuestro, a lo que es mexicano”. Ese artesano, entendido como una figura menor, hoy se convierte en un protagonista del arte.
Ana Paula Bahena Laboratorio de comunicación periodística