Federico tiene 73 años y necesita seguir trabajando. Desde hace dos años empezó a laborar como personal de limpieza en el Metro de la Ciudad de México.
Antes, trabajó unos 20 años en una panadería donde las injusticias salían como el pan caliente que ahí se vendía. Si ocurría un asalto, él debía pagar lo que se llevaban. Le bajaban el salario constantemente y, cuando llegó la liquidación, su antigüedad se esfumó a unos cuantos billetes. Para él, entrar a laborar en el metro fue fácil y, a diferencia de la panadería, mientras cumpla con su trabajo nadie se mete con él. Eso sí, el salario es más bajo, pero al menos le queda más cerca de casa.*

Federico trabaja en el turno vespertino, de 14:00 a 17:00 horas. Todos los días sale de su casa a las 13:00 horas, camina y toma la combi; aunque ya ha pasado tiempo, no termina de acostumbrarse. Hoy continúa buscando trabajo, el dinero es poco, solo alcanza a solventar los principales gastos de la casa: alimentos, servicios, y medicamentos. A pesar de recibir también una pensión no es suficiente, ya que apenas y saca para sus pasajes.
Tal como Federico, día a día en el Metro de la CDMX podemos observar a adultos mayores limpiando vagones, barriendo y trapeando pasillos, despegando chicles, manteniendo en buen estado el transporte que diario sirve a 5.5 millones para trasladarse. Trabajar aquí representa una opción viable para muchos, pero las condiciones, las prestaciones y los sueldos no son los mejores.
Hoy en México, las personas de la tercera edad representan uno de los sectores más vulnerables y con mayor índice de pobreza. Existen millones de adultos mayores que se ven ante la necesidad de continuar trabajando; sin embargo, las ofertas laborales son escasas y las condiciones no son favorables.
Según datos del Consejo Nacional de Población (CONAPO), hasta el año pasado se registraron 12 millones 973 mil 411 personas de 60 años o mayores, equivalente al 9.5% del total de la población, de las cuales 40% se encuentra laborando o en busca de un empleo.
Con el paso de los años la esperanza de vida ha aumentado, el número de adultos mayores cada día incrementa; pero la calidad de vida no es representa un factor proporcional a éste. En países como México, donde se espera que haya más personas en la etapa de vejez que en otros niveles, la preocupación debería ser evidente.
Actualmente, la edad de retiro es a partir de los 65 años, a pesar de ello, muchos optan por continuar trabajando por diversos motivos: la pensión que recibirán no es suficiente, no se compara con su salario, no alcanzan los años de labor para poder jubilarse, o bien, no cuentan con ningún tipo de ahorro o ayuda para su retiro.
Existen programas del gobierno, como “Pensión para adultos mayores”, que buscan dar un apoyo económico a aquellos que a partir de esta edad no cuenten con una pensión mayor a mil 92 pesos. Aunque para muchos resulta beneficioso, esto no resuelve el problema. La cantidad que reciben no atiende a todos los gastos que una persona necesita cubrir. Por otro lado, a pesar de estar abierto para todo el que cumpla con los requisitos, hay personas a las que no se les ha brindado el apoyo, como es el caso de Marypaz.
Marypaz tiene 73 años, trabaja en la Bodega Aurrera desde hace tres años. Durante 15 años laboró como personal de limpieza, solo le faltaban cinco para jubilarse, pero la presión y el cansancio no le permitieron continuar. Desde los 68 ha intentado obtener el apoyo del gobierno y hasta la fecha no le han dado respuesta. Aún con personas como ella, en el gobierno entrante se pretende duplicar la pensión a los beneficiarios, así como cambiar el requisito mínimo de edad a los 68.
Fue una de las propuestas de campaña de AMLO. La pregunta que muchos se hacen, entre ellos, Roberto Aguilar, economista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es qué tan sostenible es continuar con programas de este tipo, aunado a todos los demás programas que tiene en mente desarrollar. Si bien puede que por un tiempo pueda solventarlos, a largo plazo probablemente haya reducción en el número de beneficiarios o la oportunidad de inscribirse al programa también se reduzca.
Parte del problema raíz es que no existan políticas públicas involucradas al desarrollo del mercado laboral para personas de la tercera edad. Conforme al Artículo 5 de la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores, las personas de 60 y más años deben “recibir protección por parte de la comunidad, la familia y la sociedad, así como de las Instituciones federales, estatales y municipales”; no obstante, ninguno de los mencionados responde a lo estipulado, muchos adultos mayores son abandonados por su familia; las empresas y el gobierno los dejan de lado.
Para muchas empresas mantener a un empleado mayor de 60 años no resulta redituable; sin embargo, muchos continúan con la capacidad y la fuerza de ejercer de manera eficiente un trabajo. Si el gobierno colaborará con las empresas para ampliar la oferta laboral y mejorar las condiciones de éstas, la historia sería otra. Por una parte, se generarían mayores ingresos, la calidad de vida aumentaría y al mismo tiempo se podría reducir el gasto destinado a pensiones.
Además, se debe tomar en consideración que, de acuerdo a un artículo de Forbes, entre 2015 y 2050 el número de personas mayores de 55 años en los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en la que se incluye a México, subirá 50 por ciento. En unos años habrá más personas en la vejez, adaptarlas al campo laboral representa una ventaja para todos.
Otra arista que se desprende a la hora de analizar la situación económica en personas de la tercera edad recae en que no existe una cultura del ahorro que permita a la hora del retiro tener un sustento para cubrir las necesidades básicas. Aguilar considera que, aún cuando se cuenta con una afore, los ahorros no son significativos si uno no tiene la iniciativa propia de realizar un ahorro mayor.
No solo es la falta de atención de empresas y gobierno, también es necesario que cada persona considere su situación y necesidades del futuro. Más cuando la situación para las próximas generaciones en cuestión de jubilación y pensiones representarán dificultades mayores.
Regresando a las oportunidades laborales que hoy existen. Afortunadamente, ahora las personas mayores pueden encontrar otras alternativas. Desde agosto entró un nuevo programa de Starbucks en colaboración con el Instituto Nacional para las Personas Mayores (INAPAM) que busca brindar otras opciones para adultos mayores. Como prueba piloto se abrió una nueva sucursal en Coyoacán atendida únicamente por personas de este sector como es el caso de Gerardo, uno de los partners de Starbucks.
Gerardo tiene 64 años y le encanta su trabajo. Tener la oportunidad de desenvolverse y aprender de diferentes áreas es lo que más le gusta, además como él dice: “Lo más importante es que me siento y me hacen sentir útil”. Aunque pareciera que el aspecto económico es el más importante, para los adultos mayores poder seguir laborando representa al mismo tiempo, una forma de sentirse útiles y activos, lo que impacta directamente en el estado de salud y bienestar.

Sin embargo, la experiencia de las oportunidades que te brinda el INAPAM son contradictorias. En el caso de Marypaz, al vivir muchas injusticias trabajando como empaquetadora, desde humillaciones por los clientes hasta tener que competir con los favoritismos del encargado, ella ha buscado alternativas sin ningún resultado, pues “es lo único que ofrecen… realmente no te ayudan”, comenta.
Lo que ahora podemos esperar es que Starbucks y el INAPAM continúen y expandan esta iniciativa para que más personas sean candidatas a optar por este trabajo, y esperar que otras empresas se sumen a este tipo de proyectos.
Finalmente, aunque existan empresas interesadas y preocupadas por generar mejores ofertas laborales, no se trata de un tema únicamente de carácter económico, sino social y político. Se necesita colaboración por parte del gobierno para impulsar la participación de las personas mayores y, a su vez, generar conciencia de la importancia de ahorrar y tener un respaldo para el retiro, sin embargo, no debemos olvidar que la situación económica de millones de personas no les permite fomentar el ahorro.
Mónica Flores Solis
Laboratorio de Comunicación Periodística