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La indiferencia a la condena del sufrimiento permanente

Gerardo Coronado, un hombre de aproximadamente 35 años, de origen hondureño, tiene tanto dolor en sus ojos pero en sus palabras una esperanza y motivación inimaginable.

Pensar que un día salió de su país porque la Mara (grupo vinculado al crimen organizado) mató a su hija de siete años de la manera más abominable. Por no pagar a tiempo la cuota semanal, que equivale a unos 500 pesos mexicanos. Secuestraron a su pequeña y se la regresaron muerta dentro de una bolsa de plástico cortada en pedazos literalmente. Él explica que rebanaron su cuerpo como si fuera un salchichón o un chorizo. Tras tal atrocidad, y el dolor que el suceso le dejó, decidió seguir adelante y mejorar su vida emigrando de su país en busca de oportunidades en Estados Unidos.

Un ejemplo de vida, un superhéroe real. De esos que luchan a pesar de las circunstancias, es un sobreviviente de cáncer, enfermedad que carga su genética familiar y que también ha afectado a otros miembros de su familia.

Gerardo cuenta que su experiencia al pasar por México fue un infierno, pero para su fortuna, intentando llegar al norte, se encontró con un “ángel” que le daría un giro de 360 grados a su aberrante travesía. Él es Don Armando Vilchis, propietario y administrador del albergue «Hermanos en el camino».

Un albergue muy diferente a cualquier otro en el país, pues a diferencia de los demás que sólo pueden quedarse entre una a tres noches máximo, aquí los migrantes son bienvenidos a hospedarse el tiempo que necesiten y pueden llegar a cualquier hora. Todas las personas son bienvenidas sin distinción de raza, procedencia, preferencia sexual ni género.

Armando les ayuda a tramitar su visa temporal, la cual se consigue en cuestión de días, y que permite a los migrantes estar en México en lo que llegan a la frontera sin correr el riesgo de ser deportados en el proceso.

El albergue lo mantiene el Señor Vilchis, gracias a los ingresos que recibe de su taller de autos situado en el mismo lugar ubicado en Metepec. La idea de ofrecerle una mano a los migrantes surgió un día que iba manejando, y al pasar por debajo de un puente, encontró a más de 60 personas en un estado deplorable. Al acercarse, le explicaron que llevaban días caminando y que tenían más de 200 kilómetros sin comer ni tomar agua. Esto lo impresionó de tal manera, que decidió alimentarlos y cuidarlos.

Ese fue el inicio de un oasis migratorio en México, pues las condiciones en las que llegan los migrantes a los albergues son aberrantes, según cuenta Don Armando. El daño físico es aparente, pero el peor es el daño psicológico que condena a estas personas por el resto de sus vidas.

Las heridas psicológicas no se ven y no nos percatamos del impacto que pueden tener en nuestra vida, pues al no ser obvias, no es posible sanarlas tan fácilmente; esto es lo que explica la psicóloga Liviere Robles.

Desde que los migrantes salen de su país dejando todo atrás, tienen consecuencias psicológicas que repercuten por el resto de su vida; cada caso es diferente, pero una reacción muy común es el enojo o sentirse inadecuado. Esto es el resultado de la constante inseguridad y la carga de una tristeza profunda.

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The Independent

Además de sentir que no pertenecen a ningún sitio, su desarrollo personal y la manera en la que se relacionan también se ve afectado, y en ocasiones la victimización constante juega un papel importante en la manera en cómo se perciben frente al mundo.

Aunque cada persona reacciona diferente, puesto que cada quien es único y tiene una historia distinta; es por eso que no se puede saber con exactitud cuales son las repercusiones psicológicas en las personas que emigran de su país.

Sin embargo, en muchos casos la carencia de apoyo profesional psicológico tras haber vivido experiencias traumáticas como los peligros que enfrentan los migrantes en el trayecto hacia el norte, deja heridas y cicatrices que tienen un impacto en la persona tanto a corto como mediano y largo plazo.

A causa de eso es posible desarrollar diferentes trastornos, e incluso condiciones como la ansiedad y la depresión, esas siendo las más recurrentes. La pérdida de su propia identidad es otra consecuencia común, además de sentirse que valen menos como persona después de recibir tratos inhumanos. Sentir desconfianza y paranoia constantemente, puede desencadenar enfermedades mentales e incluso enfermedades crónicas y terminales.

Estos son los principales obstáculos que enfrentan los migrantes al pasar por el país, y que son los causantes de las heridas psicológicas y físicas. Para las mujeres, por ejemplo, violaciones sexuales múltiples, lo cual provoca que muchas decidan nunca más regresar con su familia, al sentirse impuras o que traicionaron a su esposo.

La mutilación de un miembro del cuerpo por un accidente estando en el tren «La Bestia», la violencia física como la tortura; apuñalamiento con armas filosas o incluso balazos. El secuestro y captación para trabajar como esclavo o trata de personas; la humillación tras ser obligados a desnudarse para que los ladrones, y a veces policías, se aseguren que han entregado todas sus pertenencias de valor. Hambruna y sed, a tal grado que llegan a beber agua de charcos, ríos, hasta recipientes de animales de las granjas. Asimismo, discriminación sobre todo en Chiapas, por ser llamados “cachucos”, que significa centroamericanos cochinos.

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Hoy Estado

Javier es otro hombre valiente que se ha enfrentado a varios de los peligros que amenazan la integridad de cualquier persona. Es de origen hondureño, trabajaba como conductor de camión de transporte público. Un día fue cuestionado acerca de quién vendía drogas en su vecindario, y al desconocer esa información, fue secuestrado y torturado. Logró escapar y esconderse en su casa por unos días, hasta que fueron a buscarlo. Su abuela abrió la puerta y negó su presencia; tras esta visita, le sugirió a su nieto que se fuera a Estados Unidos para evitar su muerte.

Así fue como Javier decidió emprender su viaje. Después de enfrentarse a muchos obstáculos por México, y encontrarse con diversos grupos criminales que lo violentaron y lo apuñalaron. Tras caminar cientos de kilómetros y pasar días en vela con hambre y sed, finalmente logró llegar a la frontera boreal.

Fue obligado a caminar por el desierto con una mochila repleta de drogas que debía pasar al otro lado, pero tal era su cansancio que su cuerpo apenas le permitía permanecer despierto, por lo que le hicieron ingerir una droga, de la cual desconoce el nombre, pero tiene el efecto de dar altas cantidades de energía por un día completo, aunque cuando termina el efecto la persona queda dormida por varios días.

“La gente todavía no dimensiona el sufrimiento que viven los migrantes… los criminalizan, dicen que son rateros, marihuanos, cochinos, porque no saben que son gente común y corriente. Yo que llevo 6 años y medio aquí y nunca se me ha perdido nada”, explica Armando.

Los migrantes dicen que van al sueño americano pasando por la pesadilla mexicana. Y ese es un comentario que escucha recurrentemente el señor Vilchis.

Los migrantes son personas que simplemente buscan una mejor vida para ellos y para sus familias, y que se ven obligados a dejar sus tierras por la situación en la que viven y que amenaza sus vidas.

No obstante, no imaginan el infierno que deberán vivir, pero piensan que no tienen nada que perder porque, de todas formas, donde están ya lo viven. Al ser personas en situación de vulnerabilidad y pobreza, no tienen los recursos necesarios para acudir a una ayuda profesional, y a veces hasta desconocen la importancia que tiene la sanación psicológica, debido a las situaciones traumáticas vividas.

La importancia de tener salud mental tiene efecto en todos los ámbitos de la vida de una persona, y el hecho de no poder sanar cicatrices tan fuertes es una condena de por vida; pues para muchos, recordar es volver a vivir.

Por Regina Ruiz, alumna de Laboratorio de Comunicación Periodística

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