Cultura y Arte

Minimalismo, un estilo de vida excluyente

Minimalismo. Este término fue acuñado popularmente en 1950 para describir la visión abstracta de artistas como Frank Stella y Carl Andre pertenecientes a una corriente artística en la que la simplicidad de espacio, forma y color, estaba sujeto a materiales limitados. Desde entonces se empezó a adoptar más a una estética para luego ser transformada a una cultura de consumo y forma de vida.

El minimalismo es una forma de vida que se ha alejado del arte por una cultura que promete mejoras socioeconómicas y medio ambientales. Por esto y otras razones, el estilo de vida se ha popularizado. A menudo, el guardarropa de un minimalista suele ser un espacio con ropa cara y una estética curada en donde se evita la presencia de marcas y diseños extravagantes. De otra manera, optan por usar colores puros o blanco sobre blanco.

También el minimalismo da un status quo, a través de la compra de objetos que son amigables con el medio ambiente, socialmente responsables y “anticonsumistas”. El Minimalismo no es solo un estilo de vida, también es una forma de pensar. Asimismo, en el ámbito laboral opta por el salario justo y condiciones laborales dignas para los empleados. El Minimalismo es una invitación para ser más conscientes con lo que verdaderamente es necesario y esencial para cada uno.

La mentalidad del minimalismo es “compra menos, pero compra mejor y solo lo necesario”. Para un minimalista es mejor comprar un producto de 2 mil pesos en vez de cuatro de menor costo, pero de menor duración. Esto hace que sea mejor para el medio ambiente, pero inaccesible para personas sin esos recursos económicos.

El Minimalismo tiene esta filosofía de tener poco, pero resulta accesible solo para aquellos que puedan pagarlo. Para la investigación realicé una serie de entrevistas a distintas personas acerca del tema del minimalismo para tener distintas perspectivas del tema.

Miguel Olaya, el Juglar, es actuario de Bogotá, Colombia. Además es cocinero y tiene su propio restaurante, el Concejal, en el Mercado La Perseverancia. Olaya no se considera un completo minimalista, pero trata de serlo en todos los aspectos que pueda.

Para el Juglar, el minimalismo conserva los principios del arte y diseño, por lo que tiene una alta importancia en la funcionalidad y abandono del exceso; así como también lo decorativo y lo superfluo. Día a día, Miguel, trata de vivir en “piloto automático”, debido a que así se ahorra la toma de decisiones. Para esto necesita que los espacios sean funcionales y de bajo mantenimiento, lo que le permite ahorrar tiempo y recursos. No enfrenta adversidades dentro de su vida minimalista, solo críticas estéticas por su decoración y que lo juzgan por vestirse igual a diario.

De manera positiva, logra ahorrar los recursos más valorados en nuestra sociedad: tiempo y dinero. Así fue como incorporó el minimalismo a su vida, pero hay quienes lo hacen de manera más espiritual o psicológica; para liberarse de objetos como el consumo y la energía, lo que genera una preocupación menos en lo material.

Le pregunté si el minimalismo es una cultura exclusiva de personas de altos recursos, “Almacenar las cosas es un habitus más común entre la clase media”, dice el Juglar, “pero no es exclusivo, todos lo pueden adoptar”.

Para aquellos de bajo recursos que deseen adoptar la forma de vida del minimalismo, lo único que necesitan es tiempo. Tiempo para saber de qué cosas deshacerse, tirarlos de manera adecuada y descartarlos. No es de colocarlos en la basura y listo, sino de una curación y un conocimiento para regalar, vender y saber qué tirar. Una vez alcanzada esta curación de objetos materiales, solo es de un consumir lo necesario.

Irene es una empleada doméstica. Vive en un pueblo por Toluca. De lunes a viernes pasa su jornada laboral en la ciudad de México y en los fines de semana vuelve a su hogar. Desde un principio, Irene no sabía qué es el minimalismo, pues el concepto no está dentro de su educación y espectro sociocultural.

Después de una explicación, Irene consideró que “no le entraría” al minimalismo. No pudo decir por qué (o no quiso). La única manera en que adoptaría el minimalismo sería al deshacerse de objetos por tener orden. “Tener lo menos que se pueda para poder tener todo en orden”, esto fue lo que más le llamó la atención del minimalismo, porque es lo que le parece rescatable, no la parte de consumo.

La parte de deshacerte fue la única dentro el minimalismo que le atrajo. En la función de comprar, reconoció que los objetos, por algún momento se comprarían, pero terminarían acumulándose.

Uno de los problemas que podría enfrentar Irene es que la calidad de los elementos que compre no sea tan buena, que termine realizando una compra tras otra, porque los materiales son más baratos.

Sergio Tapia, sociólogo, cree que las actividades de consumo son establecidas por necesidades, para las clases bajas, y por una necesidad de distinguirse entre los demás, de las clases altas. En la clase baja, cuando se realiza una compra fuera de las necesidades, compran objetos de ociosidad, por ejemplo, televisores, celulares, computadoras, objetos con mayor atractivo y que buscan modernización y progreso.

En general, comprar estos objetos es más por ociosidad y no por necesidad; se investiga poco al respecto, y es probable que no satisfaga las necesidades del comprador; incluso, puede generar más por el mantenimiento y los servicios que demanda. Esto es un factor opuesto al minimalismo. El minimalista trata de comprar bajo una investigación sobre el producto, buscando que sea adecuado a sus necesidades y lo satisfaga.

En la clase baja, además de no tener libertad económica o de tiempo, juega el factor psicológico y el factor educacional. Al no tener estas libertades, escuchar sobre el minimalismo, es probable que no les interese, pues no entra en su ámbito social porque practicarlo no es posible.

Dentro de lo psicológico, la acumulación es una manera de exhibir la abundancia y de que uno tiene capacidad de tener. Una manera de distinguirse dentro de los otros por el mayor volumen de posesiones.

Pero esto las personas con altos recursos, aún con educación y capacidad, siguen consumiendo de manera excesiva. Ellos, además de comprar por distinguirse, compran porque disponen de tiempo y otorgan ese tiempo en la ociosidad. En esto buscan productos y servicios que puedan gastar el dinero y tiempo que abunda, por lo que compran lo que esté a su disposición y sea su “nuevo juguete”.

Sergio confirma que el minimalismo es parte de la clase social alta porque hace a las personas distinguirse. La compra de productos ecológicos y socialmente responsables, marcan una diferencia con quienes no lo hacen. Todo es la diferenciación.

También poder elegir es una característica de la clase alta. No estar tan sujetos a un presupuesto y poder tener una vida, como Bauman diría, “más líquida”, en la que se puede mover con facilidad, porque no hay necesidad de trabajar ni tiempos tan cerrados como alguien de otra clase social.

No solo es el consumidor el responsable de esta acción. El productor ve que hay una demanda, y si es un mercado favorable y nuevo, puede explotarlo a tal manera que permite colocar precio “a su gusto”, justificado con las acciones ecológicas y sociales. Aprovecha el razonamiento del consumidor de tener poco, pero mejor, por lo que pueden ofrecer lo mejor, pero a alto costo.

El minimalismo es una cultura reciente. Apenas crece en los espacios de quienes pueden. Se ha vuelto esta manera de distinguirse entre los ricos y excluirse de los pobres. Es sorprendente cómo ha crecido y se ha vuelto una moda; sin embargo, puede considerarse como algo bueno.

Una moda que protege el medio ambiente, espacios laborales, circunstancias económicas y el bienestar espiritual y mental de uno mismo. Pero es estas mismas razones, los productos suben de costo por lo que se reserva a una clase social, excluyendo a otras. La principal razón por la que el minimalismo existe es una protestas contra los consumos hiper capitalistas. Pero en un punto es una contradicción por lo que propone y cómo llega a funcionar.

Por Rafael Vela, alumno de Laboratorio de Comunicación Periodística.

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