Cultura y Arte

La nieta de las Jacarandas

Ella es Marie Furukaki Matsumoto. La historia y herencia de su familia se encuentra en cada rincón de la ciudad y del país. Ella es la nieta de las flores, de esas flores que decoran y tiñen nuestras calles cada primavera: las Jacarandas.

Cuando su abuelo enfermó ella estaba en Japón. Aquel hombre que llegó a la Ciudad de México buscando a su padre ahora estaba cansado y llevaba días sin querer comer.  Ella tomó un vuelo desde Tokio a San Francisco y finalmente a México. Con un sushi entre sus manos se sentó frente a su abuelo y, sin saberlo, fue su última cena con él. Su abuelo murió en sus brazos tiempo después.

De manos fuertes y gruesas planta sus flores y quita las espinas sin guantes. Encargada de la florería Matsumoto, la que inició el negocio de arreglos florales en México y cuyas flores han decorado casas de presidentes, castillos como el de Chapultepec y jardines como el Japanese Tea Garden en San Francisco. Ella es Marie Furukaki Matsumoto. La historia y herencia de su familia se encuentra en cada rincón de la ciudad y del país. Ella es la nieta de las flores, de esas flores que decoran y tiñen nuestras calles cada primavera: las Jacarandas.

“Sí, podremos ser simples jardineros, pero lo somos a mucha honra», dice modestamente, como si modificar el paisaje urbano de una ciudad y enriquecer la flora de un país fuera cualquier cosa. No se puede hablar de Marie sin conocer la historia de su familia, de la cual se siente muy orgullosa, porque cada uno, a su forma, ha contribuido con México. La familia Matsumoto estuvo siempre ligada al poder y la élite del país. Los respectivos presidentes su época, hablaban con los Matsumoto, para asesoría o favores. Tanto así que los testigos de boda de sus padres fueron embajadores y ex presidentes.

Su bisabuelo fue Tatsugoro Matsumoto, jardinero imperial de Meiji Tennō, bisabuelo del actual emperador. Fue de los primeros en llegar a México antes de la gran oleada de migrantes japoneses que llegaron al país y a América Latina en 1896. Conoció nuestro país por una casualidad, al tener un cambio en su itinerario… destino o no podríamos decir que fue un golpe de suerte, porque después de estar en Perú, llegó trayendo consigo diferentes especies de flores como las camelias, las jacarandas, los tulipanes, las orquídeas y los Bonsai. Nos dio nuestro propio Hanami con las Jacarandas que florecen en primavera y colorean nuestras calles al caer sus pétalos. “Llegó a México sabiendo que sus huesos los quería enterrar aquí”, afirma Marie. Tatsugoro era un artista del ueki shi (paisajismo japónes) y sus obras se encuentran no sólo en México, sino en otras partes como el Tea Garden de San Francisco.

Al venir, dejó todo en Japón incluyendo su familia; Sanshiro, su hijo, vino a buscarlo. “Mi abuelo y mi bisabuelo querían que México se viera como un jardín, porque su clima es muy noble”, y así es. Su amor por el país y por la naturaleza hicieron que todo lo que querían plantar se diera. Sanshiro, hijo de Tatsugoro, trajo nuevas especies como las bugambilias rojas. Regresó las noche buenas, a pesar de ser una especie endémica del país, que habían sido llevadas a Estados Unidos por Poinsett  -por eso son conocidas como poinsetias- para ser hibridadas; entre otras especies con una historia particular. Por ejemplo, las palmas de la avenida Paseo de las Palmas. “Mi abuelo le enseño a mi mamá a manejar, ella iba lentamente mientras él hablaba con sus palmitas, que había plantado cuando aún era terracería”  ,recuerda Marie. “Ellos (su abuelo y bisabuelo) tenían una razón muy grande para hacer las cosas, tan grande, que se llama México”.

Esa razón tan grande incluso los ha hecho ceder parte de su patrimonio. La Unidad Independencia, que se encuentra al sur de la ciudad, fue un gran favor concedido para el gobierno y para la población. El presidente Adolfo López Mateos andaba en búsqueda de un lugar donde se pudiera construir esa unidad habitacional. El rancho “El batán” que le pertenecía a la familia, fue el lugar escogido. El presidente le pidió que cedieran parte del terreno para poder construir esta vivienda para los trabajadores del estado. “Mi abuelo aceptó, con la única condición de que no se cortara ni un árbol, es por eso que si tú pasas por el segundo piso puedes ver que la construcción es irregular. Y es que así pensaba mi abuelo, decía que las plantas llevaban más tiempo aquí que nosotros y se les debía respeto”.

Los Matsumoto aún mantenían una relación con el imperio japonés, que incluso llegó a darles reconocimiento tanto en Japón como en México a través de visitas entre embajadores o reuniones privadas. Sanshiro, el abuelo de Marie, fue a hablar con el emperador y cuando su nieta le preguntó sobre la reunión, lo único que le pudo decir fue que no recordaba nada, solo cosas borrosas porque las lágrimas en sus ojos no lo dejaron ver al emperador.

Marie es la nieta más parecida a su abuelo y fue la favorita de éste. Ahora es la encargada de la florería Matsumoto, legado de su bisabuela, que se encuentra en la colonia roma y es su mayor orgullo.  Es la florería más antigua de México, tiene 122 años, y por ella empezó el negocio de arreglos florarles en el país. Los Matsumoto eran encargados de decorar las casas de los artistas, políticos y élite en general de la ciudad. Comparte con su abuelo desde la forma de ser hasta algunas características físicas como sus manos, que como dice su mamá son así porque ella trabaja la tierra. Quita las espinas con las manos, sin guantes, planta las flores, y cree que por eso el único anillo que le queda es el de compromiso de su abuelo.

La señora Furukaki es sensible, preguntona como ella misma se describe, con muchas cosas que decir porque cuenta que cuando era joven no hablaba, le daba pánico y era tal el miedo que cuando era estudiante eso la hacía reprobar algunas materias; tiempo después en 2006, venció ese temor al dar una plática TedX en Mérida frente a más de doscientas personas. Se considera niña del sur, si sale de Mixcoac se siente perdida. Estudió toda su vida en el colegio moderno, donde dice cada año le costó lágrimas; sin embargo, a pesar de sufrir mucho por la exigencia académica, cree que valió la pena por los amigos que hizo y por las relaciones que aún mantiene.

Durante su época universitaria paso por la Universidad Jesuita de Japón para estudiar economía, el rector de dicha universidad al visitar México fue que le hizo su entrevista y fue aceptada. Sin embargo, solo paso un semestre cuando se dio cuenta que no quería estar ahí. “Estaba en una clase y un compañero americano preguntó qué pasaba con los países del tercer mundo. Mi profesor le contestó que la economía no se basaba en esos países. Ahí me pregunté a mí misma: ¿qué haces ahí? No era lo que yo quería, ni me gustaba». Regresó a estudiar Ciencias del Medio Ambiente en la Universidad de California, y terminó la carrera en tres años y medio, como se lo prometió a su abuelo.

Un kimono de algodón sin nudos 

La vida de Marie se ha visto marcada por pérdidas y separaciones dándole una visión muy única de la vida. Perdió a su padre muy pequeña cuando este y su madre iban a cumplir siete años de casados, por lo que su abuelo “Papilo” la adoptó como si fuera su hija. Se casó con el hijo de un banquero japonés y vivió en Japón los veinte años que duró su matrimonio. “Me enseñó a ser más tolerante y respetar otras religiones. Yo soy católica y él junto con su familia eran sintoístas y budistas. Él encontró una iglesia católica y me llevaba todos los domingos a misa, creo que en toda mi vida no había ido tanto a rezar o a un templo como cuando estuve con él. Así que yo también lo acompañaba a sus rituales y ceremonias. Comprendí cómo veían a la muerte, no como algo malo y todo libre de culpas o pecados”. Después de haber estado casada, externa que no sabe por qué la gente se casa: “en una relación, hay obligaciones, nunca sabes cuánta energía y disposición tiene el otro”.  De esa relación tuvo un hijo el cual falleció en el 85, dejándola sola de cualquier lazo con su vida en Japón y su matrimonio.

La pérdida de una de las personas más importantes en su vida, su abuelo Sanshiro, fue impactante para ella “yo creía que mientras viviera mi abuelito las cosas iban a estar tranquilas. Todavía no moría y las cosas ya se me venían encima”. Enfermó cuando ella aún vivía en Japón. Aquel niño valiente que había llegado al país en busca de su padre, sin ninguna referencia, ahora solo era un recuerdo. Ya estaba grande, cansado, y enfermo. Cuando Marie se enteró de lo grave que estaba decidió viajar a México y encontrarse con él. “No quería comer nada de lo que le daban y yo sabía que a mí no me podía rechazar, le llevé sushi, me senté frente a él y cenamos”. Antes de morir, su abuelo dejó una última huella:  el primer restaurante Suntory en México. “Mi abuelo quería comida auténtica. Suntory no tenía ningún restaurante sólo eran una marca de licores. Nos reunimos con el señor Laredo – importante restaurantero- y Suntory iba a poner la materia prima. Así fue como nació”.

La muerte de su abuela, en cambio, fue diferente. Marie había cuidado de ella por quince años, se la pasaba haciendo viajes de Cuernavaca a la Ciudad para cuidarla.  Ella nunca fue cercana a su abuela y siempre pensó que no se llevarían, aun así, ella escogió a Marie y se volvió la nieta indispensable para estar bien “En esos años entendí cómo era mi abuela y la llegué a querer por lo que era». En uno de esos viajes a Cuernavaca, Marie le pidió a su mamá que la acompañara, ella sentía que tenían que estar las dos, madre e hija, con su abuela. El día en que su mamá terminó de bordar el kimono de algodón sin nudos, una vestimenta especial que se pone al morir y que se cree debe ser así para que nada detenga al alma, Marie fue a hablar con su abuela. Entre lágrimas que aún se forman en sus ojos al recordarlo menciona las palabras que le dijo antes de que ella muriera: “siempre te he pedido que te quedes, que no te vayas. Muchas gracias, estuviste para todo lo más difícil. Si ves a mi abuelito dile que me eche una ayudadita”. Todo muy tranquilo y solemne fue lo que le hizo comprender a Marie la diferencia que hace despedirse de alguien, en paz, agradeciendo y acompañando.

Marie tiene la fortuna de salir a la calle y en cada esquina sentir, ver, y recordar a aquellos seres que llegaron este país de clima noble. Ve la historia de su familia en cada flor y la época de Jacarandas la familia de Marie vuelve a la vida. Sanshiro y Tatsugoro pasean por nuestras calles, dejándonos un paisaje cada vez más lindo para apreciar. No hay momento que esta nieta de las jacarandas no los tenga presente, para ella se deben honrar y tener vivos a aquellos que ya nos dejaron. Tal vez por eso ama tanto las flores, porque le recuerdan que aunque mueran, cada cierto tiempo las verá florecer otra vez y le recordarán que la muerte no es el obstáculo para aquellos que serán recordados siempre.

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