La Ibero

Las dos caras de México: pueblos originarios en el ámbito educativo

“Cuando los mexicanos creían en sus dioses, era diferente. Los indígenas todavía son gente fuerte. A pesar de todo, su fuerza sigue sosteniendo al mundo”, Chavela Vargas.

Silvina Florencio Mejía, de 25 años, oriunda del municipio de San Martín Jolalpan, de la región de la Montaña, Guerrero. Actualmente está cursando el primer semestre en la licenciatura de Derecho en la Universidad Iberoamericana. Habla náhuatl y español. Este último idioma, lo comenzó a hablar desde pequeña, gracias a que sus padres le enseñaron. Sin embargo, a pesar de que su lengua materna es el náhuatl, se siente más cómoda hablando español. 

Sin embargo, la estadía de Silvina dentro de la universidad, se ha visto afectada por el ambiente social qué hay dentro de la universidad, ya que se siente rara e intimidada por el comportamiento de sus compañeros.

Por su parte, Elizabeth Cristina Hernández Hernández, de 26 años, quien es originaria del municipio de Zinacantán, Chiapas, actualmente se encuentra estudiando Diseño Textil en la Universidad Iberoamericana. Su lengua materna es la tsotsil. Ya que en su comunidad todos hablan esa lengua, no ha sufrido ningún acto de discriminación hacia su idioma de origen.

De acuerdo con datos de la encuesta intercensal 2015 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en la Ciudad de México habitan 8 millones 916 mil 653 personas, de las cuales 129 mil personas hablan alguna lengua indígena, lo que representaría 1.5% de la población. Dentro de este porcentaje, se hablan 55 de las 68 lenguas indígenas que existen en el país.

Sin embargo, al hablar una lengua indígena, existe una alta probabilidad de ser discriminado, debido a que actualmente están sufriendo una desvalorización. Por lo tanto, la presión social y hasta política ocasiona un cambio rotundo en la forma de hablar de las personas, ya que las familias indígenas privilegian el uso del idioma dominante como mecanismo de adaptación al contexto social en el que se encuentren. En el caso de México, el resultado es que cada vez más las personas prefieran hablar el español que su propia lengua. Como consecuencia, las lenguas maternas indígenas se han ido perdiendo poco a poco.

El continente americano, es sin duda, el territorio donde existen más pueblos indígenas, como sucede en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador y México. Según datos recabados por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), específicamente, en esta última nación existen 68 grupos etnolingüísticos, siendo el Náhuatl, Maya, Zapoteco, Mixteco y el Otomí las lenguas indígenas más habladas entre los pueblos originarios. 

Según datos publicados por la Secretaría de Cultura, México se encuentra entre las primeras 10 naciones con más lenguas originarias y ocupa el segundo lugar con esta característica en América Latina, después de Brasil, debido a que en este país se hablan más de 150 idiomas, a pesar de que solo se considera al portugués como idioma oficial.

Como menciona Minnie Degawan, coordinador del programa “pueblos indígenas y tradicionales” de Conservation International en Virginia, Estados Unidos, para los pueblos indígenas, las lenguas no son únicamente símbolos de identidad y pertenencia a un grupo, sino también vehículos de valores éticos. Constituyen la trama de los sistemas de conocimientos mediante los cuales estos pueblos forman un todo con la tierra y son cruciales para su supervivencia. 

En una encuesta realizada a 80 personas de distintos sectores sociales y distintas edades, de las cuales, 62% son del sexo femenino y 35.4% del sexo masculino, en donde la mayoría tienen edades de entre 21 y 25 años,  se les aplicaron 16 preguntas y dos casos hipotéticos con la finalidad de conocer la percepción que tenían acerca de las personas indígenas que llegan a la ciudad en busca de mejores oportunidades. 

Se obtuvo que 73.8% de los encuestados asocia la palabra indígena con el rubro de cultura y costumbres diferentes, 15% tiene la idea de que al hablar de una persona indígena se está hablando de una persona humilde y trabajadora, mientras que el 10% lo asemeja a la discriminación.

Cuando escuchamos la palabra indio o indígena inmediatamente nos vienen a la mente imágenes e ideas que suelen reflejar más nuestros prejuicios que las realidades y las culturas de esos grupos. En primer lugar, concebimos a los indígenas como una “minoría” que se distingue con claridad de los mestizos, quienes supuestamente constituyen la “mayoría” de los mexicanos. Esta concepción coloca a los grupos indígenas en una posición subordinada, pues los define no en función de sí mismos, sino de sus diferencias con los demás mexicanos.

Aunado a esto, en términos educativos, la población indígena presenta un elevado número de personas que aún no saben leer y escribir que asciende a 19.8 % de la población que se encuentra entre los 30 y 64 años. “En la población indígena de 65 o más años, el analfabetismo es de 52.9% y el rezago educativo alcanza 82.4%”, indicó el Coneval en su Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2018.

En el caso de Silvina Florencio, a pesar de que contaba con una educación media superior, al llegar a la Ciudad de México con el fin de estudiar una licenciatura, tuvo que buscar una solución ante el problema que le ocasionaba incorporar la tecnología a su vida académica. Por lo tanto, ella optó por ver videos en YouTube y de esta manera resolver sus tareas y actividades con la ayuda de una computadora.

Según datos del INEGI, en Guerrero, el grado promedio de escolaridad de la población a partir de los 15 años es de 7.8, lo que equivale a poco más del primer año de secundaria. Esto sustenta lo que Silvina comentó a cerca de la preparación de los profesores en Guerrero, ya que dijo: “los profesores de Guerrero no están tan preparados a comparación con los de la ciudad, los profesores no terminan la licenciatura. Sólo llegan a estudiar la preparatoria y comienzan a dar clases. No tienen ningún temario”. De esta manera, la brecha entre la educación de los pueblos indígenas con los de la metrópoli es clara y cada vez mayor.

El hermano de Silvina, Aquilino Florencio, quien asistió a la  Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, comenta que el compromiso de los profesores y de las autoridades encargadas de la educación en Guerrero no es real. Ahora él también es estudiante de la Universidad Iberoamericana de la carrera de Psicología.

“Los profesores de todos los niveles educativos no tienen compromiso, pero sí quieren seguir ganando dinero. No sólo están en la escuela, también están en el ayuntamiento. Todo es dinero para ellos, no es el compromiso de decir que voy a educar, voy a hacer lo que me corresponde y voy a enseñar. Como piensan que ninguno de nosotros no va a llegar a ningún lado, pues, yo me hago pendejo”. 

Por lo tanto, el factor de la educación ocasiona que el destino de la mayoría de los guerrerenses, en el caso de las mujeres, es dedicarse al hogar, a cuidar de sus hijos y ayudar a su marido sustentando el hogar, realizando trabajos que requieren de gran esfuerzo, sin contar con un sueldo adecuado a sus necesidades y teniendo poca preparación académica. 

Elizabeth considera que la labor de las mujeres en los pueblos originarios es de suma importancia, por lo tanto, lucha por preservar y transmitir su cultura a través del arte del bordado. Ella es una de las personas que se ha destacado por traer a la Ciudad de México un poco de su cultura, al grado de representar a nuestro país en la Muestra Arte Textil Mexicano, evento realizado en la Universidad Andrés Bello de Santiago de Chile.

Es por ello, que casos como los de Silvina, Elizabeth y Aquilino son importantes  de reconocer, ya que siete de cada 10 personas en Guerrero, viven en situación de pobreza. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, 69.7% de los guerrerenses están en la categoría de marginación y 31.7% de ellos en pobreza extrema.

En la encuesta realizada, se les preguntó a las personas sobre la percepción que tienen acerca de los indígenas que abandonan sus comunidades para buscar oportunidades en las ciudades. El 36.3% de los encuestados asoció a dicho grupo los roles de “venta de artesanías”. Otro 36.3% los asemejan a la opción de “servicio doméstico”, mientras que sólo 5% seleccionó la casilla de “estudiar”.

Este último hallazgo es sustentado con la pregunta “usted contrataría a una persona indígena para:” donde 37.5% contrataría a una persona indígena para que le apoye en tareas del hogar, 17.5% lo contrataría dependiendo de sus capacidades y sólo 1.2% de los encuestados contrataría a la persona para aprender su lengua.

De igual manera se encontró que 95% de los encuestados consideran que las personas que vienen de comunidades indígenas y que llegan a pedir dinero en las calles es a causa de que no tienen las herramientas necesarias para conseguir un empleo diferente a lo que ya saben realizar. Sin embargo, como en toda región del país, existen grupos de personas que tienen el deseo de superarse. Para ello buscan las oportunidades para alcanzar sus objetivos, como lo es estudiar en centros de aprendizaje que les brinden la oportunidad. 

Un caso de estos es el programa “Si quieres puedes” de la Universidad Iberoamericana, que ofrece becas educativas de hasta 100% durante toda la carrera, dirigiéndose a los sectores sociales que no tienen la total capacidad económica de solventar la carrera. Actualmente, dentro de este programa se tiene registro de 12 estudiantes de licenciatura y 2 estudiantes de maestría que son originarios de pueblos indígenas. 

Aquilino menciona que la estancia dentro de una universidad lejos de casa, se vuelve complicada ya que, este tipo de comunidades se ven en la necesidad de convivir con culturas diferentes a las suyas, donde la mayoría de los estudiantes y demás citadinos, no comparten la misma ideología. Un ejemplo de ello, es el comentario de una de sus compañeras, hija del Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de México, Arturo Zaldívar.

Cuenta Aquilino Florencio que en una de sus clases, se encontró en una situación bochornosa cuando su compañera realizó un comentario acerca de las personas que se encontraban por realizar una marcha en protesta de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, “dijo que nosotros éramos pobres porque queríamos, porque somos una bola de huevones y que si nos pasa algo está bien, que nos pase”, mencionó Aquilino.

En el sondeo realizado, 33.8% de los encuestados mencionaron que les disgusta la forma en la que las personas se manifiestan, es decir, cuando realizan bloqueos viales, seguido del 25% de las personas que están en desacuerdo con los destrozos que dejan las marchas. Es importante rescatar dichos resultados, ya que, de esta manera nos podemos dar una idea sobre el problema que existe ante una movilización social, ya que no sólo se trata de exhibir el problema social que aqueja a un grupo particular de la población, sino que influye la falta de empatía con el “otro” de aquellas personas a las que no les afecta el tema a discutir con organismos gubernamentales. 

Dicha falta de empatía, ocasiona una ruptura de comunicación entre las población que se encuentra fuera del problema y de las personas que se encuentran estrechamente relacionadas con la crisis que están viviendo o vivieron en su momento y por la cual se encuentran manifestándose. 

También se encontró que 35.7% de las personas marcaron la opción “Ni de acuerdo ni en desacuerdo” cuando se les preguntó sobre la movilización de los indígenas a las ciudades, al 11.4% le fue indiferente la pregunta y sólo 20 % está totalmente de acuerdo con las marchas. Este último porcentaje se encuentra estrechamente ligado a la idea que tiene 16.4% de las personas que no existe nada que les moleste de las marchas, ya que se observó que defienden el derecho a la libre expresión y la idea de un país democrático.

Por otro lado, a las personas que les disgusta la forma y la duración de las marchas, señalan que falta comunicación, ya que ocasiona que el mensaje y el objetivo principal se pierda y de esta manera los demás ciudadanos no se solidaricen con el movimiento. 

Existe una minoría significativa en la población encuestada que ha tenido un problema de comunicación con alguna persona originaria de un pueblo indígena, 13.6% cree que el hablar una lengua indígena es una de las mayores desventajas de ser indígena en México, mientras que 5.6% cree que el acento diferente que tienen al hablar el castellano los hace entrar en desventaja. También una representación de 1.4% de la población cree que este sector de la población no sabe trabajar y es por ello que se encuentran en desventaja a comparación con las demás personas. 

En resumen, tanto la comunicación verbal como la no verbal, tienen connotaciones muy distintas entre la cultura de los pueblos originarios como de las personas que viven en la ciudad. Es por ello que uno de los conceptos importantes que nos permiten entender la otredad es la forma de insertarse en el mundo, de concebir el trabajo, su relación con la naturaleza y con su comunidad, la empatía con el otro que debe de existir.

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