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México, un «paraíso» para los pedófilos

México es uno de los países de mayor producción y distribución de pornografía infantil en el mundo; sin embargo, quienes se dedican a ello, no siempre reciben castigo.

A los niños a menudo se les describe como inocentes, confiados, inquisitivos e inofensivos. A la mayoría de las personas les resultaría difícil herir o corromper dicha inocencia, aprovecharse de personas que son tan jóvenes e ingenuas, tan faltos de experiencia, aquellos quienes no tienen más remedio que confiar en los otros.

Debido a su impotencia e ingenuidad, son presas fáciles de actos ilícitos. Aunque se espera que la ley y el gobierno los proteja y que sus atacantes sean castigados con las penas más altas que la ley pueda imponer, México es uno de los países de mayor producción y distribución de pornografía infantil. Constatamos que la ley y el gobierno no están protegiendo eficazmente a uno de los sectores de la población más vulnerable.

La pornografía infantil es ilegal en todo el mundo, pero nuestro país cuenta con características que hacen que este delito suceda con mayor frecuencia. El nivel de pobreza en el que viven muchos niños no les da opciones ni a ellos ni a sus familias, quienes los obligan a prostituirse para poder comer. En lugares como Cancún y Acapulco, la prostitución infantil se ha vuelto una actividad tan lucrativa que se ha acuñado un nuevo término para explicar las visitas a estos lugares que tienen como único propósito contratar a estos niños para trabajos sexuales: sexoturismo. ¿Quiénes son estos “turistas”?

En el DSM-V, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, la pedofilia se clasifica como un trastorno parafílico: “La parafilia son formas alternas de ejercer la sexualidad”, Israel Alarcón, miembro de la Sociedad Psicoanalítica de México.

“La pedofilia no se cura, no hay tratamiento, medicinas, cirugía, ni nada que logre quitar esa desviación sexual. Normalmente hay dos tipos de pedófilos. Los primeros son aquellos que “cazan” a sus víctimas a través de la seducción, además de la intimidación. Los segundos, los menos, son quienes actúan por impulso. Lo hacen con violencia, esto lo convierte en una violación pero, como es contra menores, se le llama abuso infantil”.

El caso de México es grave y a pesar de ello se aborda muy poco tanto en instituciones educativas, como médicas o legales. Este descuido también incluye delitos derivados de la pedofília, como son la trata o la pornografía. “Somos el segundo país a nivel mundial de consumo de pornografía infantil”, señala Gabriela Estrada, psicóloga especializada  en psicoterapia para adolescentes.

Según Estrada, la ley mexicana no hace lo suficiente para proteger a los niños ni en la prevención del delito ni a posteriori. Ella trabajó en un hospital infantil en la área de terapia intensiva por lo que fue testigo de la gravedad del problema:  “Trabajé en un hospital infantil en terapia intensiva. Me mandaron a un niño del cual su papá abusaba de él. A este último lo metrieron a la cárcel y al niño lo mandan al DIF. Buscaron cualquier familiar que quisiera hacerse cargo de él y se fue con un tío. Resulta que el niño regresó al hospital como dos meses después porque el tío también lo violaba, no sé exactamente cómo, pero le metió una aguja de tejer por el ano y le perforó los intestinos”.

Este niño no es el único. Como él hay cientos de casos en México, debido al alto índice de pobreza del país, ya que muchos niños se ven obligados a recurrir a la prostitución para sobrevivir. “Tenemos mucha pobreza. Les dicen ‘te voy a dar 100 pesos por violarte’, y el niño acepta porque con eso se compra su torta, su jugo, sus papas. Y muchas familias lo aceptan porque el niño gana más o menos el salario mínimo en 15 minutos. Muchos niños son vendidos o abandonados”, explica Estrada.

Cabe aclarar que no es un problema exclusivo de la pobreza, pero es un factor que permite que un pedófilo logre encontrar víctimas con mayor facilidad y menor riesgo de repercusiones que, además, no son severas. “En México hay diputados que han tratado de establecer esa ley [de castración química], pero no se ha podido porque no hay manera de asegurar que la persona regrese para las inyecciones”, menciona Gabriela. Sobre las penas que sí existen para los pedófilos-pederastas, ella siente que no son penas lo suficientemente duras para verdaderamente castigar al agresor y proteger a las víctimas. “No son penas, bueno según yo, no son de por vida. Aunque hagan eso el castigo es muy pocos años comparado con otros países. Entonces a mí se me hace que salen, y salen más enojados con la víctima que los denunció”.  

En México, las penas dependen del Código Penal Federal (CPF) y de los códigos estatales. Cada estado define las penas correspondientes a los delitos tipificados en sus códigos. “La cuestión del pederasta y del pedófilo tenemos un delito específico que es el artículo 209 BIS del CPF que establece de 9 a 18 años de prisión. El código penal distingue diversos delitos sexuales, según sus características y cada uno constituye un delito independiente del otro. La pederastia, la violación, el abuso sexual y el turismo sexual son delitos independientes y hay una diferente penalidad para cada uno de esos delitos”, explica el Magistrado de Circuito Humberto Manuel Román Franco. 

La pena establecida para la pederastia es baja considerando la gravedad del delito. Sin embargo, Alejandro Santoyo Castro, Secretario de Tribunal aclara que “son 9 a 18 años, pero se pueden acumular si el agresor comete varios delitos”.

El mayor índice de pedoflia se registra en el sexoturismo. El magistrado explica que; “el turismo sexual es básicamente un ilícito que se considera en muchos países y que abarca la cuestión de que un extranjero llegue a un país y tenga relaciones sexuales con personas nativas del país, pero los nativos no lo hacen porque ellos quieren, sino porque los obligan. Es decir, los prostituyen”.

Según el CPF, el turismo sexual lo comete quien “ofrezca, promueva, facilite, publicite, invite o gestione por cualquier medio que una persona viaje a territorio de la Ciudad de México o de éste al exterior, con la finalidad de realizar o presenciar actos sexuales  con una persona menor de 18 años, o persona que no tenga la capacidad de comprender el significado del hecho o de persona que no tenga capacidad de resistir la conducta”. 

Asimismo, la ley también cubre los casos en los cuales el ofensor es un extranjero. “Aunque no sean mexicanos, como se ha cometido un delito en el país ellos serían sujetos a un procedimiento penal aquí en México, se les somete y se les enjuicia y una vez cumplida su pena se les deporta a su país”, explica Santoyo Castro. “La Ley de migración establece que a un extranjero que comete un delito en el país se les prohíbe la entrada al país, ya sea de manera definitiva o temporal”. 

Pareciera bien regulado. Sin embargo, el problema de la pedofilia en México no yace dentro del tribunal sino en el antes y después de que el agresor haya recibido su sentencia. Es decir, la prevención de que suceda antes y en que no se vuelva a repetir.

Además, una vez cumplida la sentencia el agresor puede regresar a una vida normal, en el anonimato sin que nadie se entere de sus crímenes. “Si, por ejemplo, el ilícito lo cometieron en Yucatán se pueden ir a Baja California y los antecedentes no se advierten propiamente dicho, porque además la Corte ya dijo que es inconstitucional; o sea, no se debe de pedir carta de antecedentes penales. Las personas pueden ir y pedir un trabajo sin tener que presentar ese tipo de documentos, y por lo tanto llegan al lugar, no le pueden pedir carta de no antecedentes penales y puede conseguir un trabajo ocultando esa parte de su vida”, explica el magistrado.

Y no sólo como maestro, aclara Santoyo Castro, “aquí en México un pederasta puede dedicarse, terminando su pena, no sólo a ser maestro, sino a trabajar en una alberca infantil, en un CENDI… no hay una ley tal cual que impida eso”. 

Por esas faltas de regulación antes, durante y después de que suceda el hecho o su denuncia, y por la vulnerabilidad social y económica en la que viven muchos niños es por lo que se puede concluir y establecer que México se ha convertido en un pseudo-paraíso para los pedófilos. Asimismo, la falta de educación que hay sobre el tema permite que muchos agresores puedan librarse de cualquier culpabilidad y también, que muchos programas no funcionen, pues, como se mencionó, la pedofilia no se puede curar o modificar por lo cual los programas de rehabilitación social no suelen ser exitosos a largo plazo. Asimismo, los daños provocados a las víctimas son permanentes e irreversibles, de ahí que sea urgente tener medidas legales ejemplares y que la impunidad no siga siendo cómplice de estos delitos.

Tal como dice la abogada penalista Patricia Eugenia Ortega Cubas,  “la impunidad en México está alrededor de 98% ; lo que quiere decir que sólo captura a 2%,… no podemos seguir así”.

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