México, 25 de enero de 2006. Después de varios años a la expectativa, el pueblo mexicano pudo respirar cuando Juana Barraza Samperio fue detenida y marcada como la presunta culpable de los homicidios de más de 40 señoras de la tercera edad en el entonces Distrito Federal. Ante todo un país a la búsqueda de un hombre que estuviera matando a las viejitas de la ciudad, la sorpresa fue enorme al darse cuenta que el terrorífico mataviejitas, más bien era La Mataviejitas.
Nueva York, 17 de enero del 2007. En Eric Country la policía detenía a Altemio Sánchez, un violador de Búfalo y asesino de mujeres que estuvo activo prácticamente el mismo tiempo que Juana Barraza, en la detención de este todos los implicados conocían perfectamente su paradero, ya tenían pruebas, muestras de ADN que corroboraba su culpabilidad.
Los dos casos tienen cosas en común, y a pesar de sus similitudes, son muy distintos. Mientras que a Altemio lo tenían en la mira desde el principio y lo pudieron inculpar con pruebas irrefutables; a Juana Barraza la atraparon por pura coincidencia, y sin que la policía tuviera ni idea de su paradero o de quién era.
Esto no es casualidad: más bien habla de cómo la resolución de uno de los casos señala un buen proceso, mientras que el otro fue todo lo contrario. No es difícil adivinar el porqué. La cultura de Estados Unidos los llevó a Altemio, mientras que la falta de cultura mexicana no hacía otra cosa que revelar al asesino.
México es un país donde la figura del asesino en serie ha sido históricamente negada; sin embargo, su presencia en el país no puede ocultarse.
Desde El Chalequero en la década de 1880, hasta el moderno monstruo de Ecatepec, México siempre ha tenido en sus filas asesinos en serie. La incapacidad de poder nombrarlos han creado un país que culturalmente no entiende cómo liderar con estos seres. Aquí la pregunta es simple: ¿por qué a pesar de existir los asesinos seriales en México, no podemos crear una cultura alrededor de estos?, ¿por qué no existe el término “asesino serial”?
El profesor Ricardo Ham, escritor del libro “asesinos seriales mexicanos”, comenta: “creo que hay mucho desconocimiento, y también porque el asesino en serie tiene mucho que ver con la inoperancia de las instituciones encargadas de la procuración de justicia, porque en términos reales, no es posible que haya una persona que esté matando dos, tres, cinco víctimas, sin que la policía haga nada. Entonces, creo que no les conviene este reconocimiento de que no son capaces de identificar patrones o perfiles; por eso prefieren omitir”.
José Antonio Badía, comediante y experto en el tema comenta que es algo que solo puede pasar en México. “Los asesinos seriales nacionales tienen todo un discurso diferente, no tanto por su psique o las acciones atroces que cometen, sino porque en el contexto mexicano, no puede ser de otra manera”.
Pues es la misma inoperancia de las autoridades lo que convierte a los asesinos mexicanos todo un caso diferente a los otros asesinos mundiales. El problema viene del término, pues en México no se utiliza. Ni siquiera el de asesino psicópata (un término más acercado al ámbito técnico); esto es porque la ley no lo admite, lo cual crea un nulo reconocimiento oficial acerca de aquellas personas que tienen las características del asesino en serie. José Antonio nos dice que “no es que no tengan presente el término, más bien es que para las autoridades siempre será más fácil olvidarlo, con toda la carga que este conlleva, a tratar con él”.
UN TEMA MEDIÁTICO
Los asesinos seriales en Estados Unidos pueden ser un culto popular, aparentemente impulsado por los medios de comunicación: el cine, los noticiarios, la literatura, la plástica y los cómics han abordado a los asesinos.
Son parte de su cultura, no necesitan comprender el término, viven con él. En el cine, anualmente, podemos ver las películas con temática de asesino serial que se producen. Hay artículos que salen frecuentemente, las series han sido hogar de asesinos seriales desde Hannibal Lecter, hasta la tan reciente Mindhunter.
Mientras, en México, el término no parece estar en el imaginario colectivo. Al llegar estas películas, series, e incluso, noticias, siempre pensamos en referente Estados Unidos. Nunca como algo cercano a nosotros, sino algo siempre que viene del extranjero.
LA ILUSIÓN DEL NARCO
Cuando entras a un país como México, hay ciertos factores que no se pueden pasar por alto: una de ellos es el narcotráfico. Este se ha vuelto parte fundamental en la cultura nacional. La figura del narco ha ayudado a esconder otro tipo de crímenes, porque hoy en día todo se le adjudica a los narcotraficantes.
Ricardo Ham comenta que “en Ciudad Juárez pasó, con todos los casos de las mujeres muertas y desaparecidas que podrían ser víctimas del narcotráfico”.
Se ha desviado mucha de la atención por la industria del narcotráfico. Muchos asesinos seriales han aprovechado para esconder a sus víctimas. Dado que no existe una cultura de la investigación, la policía no se preocupa en identificar los patrones que te puedan decir que se trata de un asesino en serie y todos le echan la culpa al narcotráfico. Parece que en la sociedad, lo que consumimos es la figura del narcotraficante como el antihéroe y no comprendemos la figura del asesino en serie como, hablando desde el punto de vista de la criminología, el producto de un entorno social desfavorable y preferimos ver a este falso antihéroe que es el narcotraficante.
UN TÉRMINO MONSTRUOSO
Mientras buscamos a lo largo de la historia a los asesinos seriales mexicanos, nos podemos dar cuenta de que cuando los medios nos hablan de ellos, rara vez o nunca oiremos el término asesino en serie, ni asesino serial; en su defecto, hay un término que se repite a lo largo de la historia: Monstruo… o la bestia, el chacal, entre otros. La palabra puede cambiar, pero el significado no lo hace. Es más fácil llamarlos así, despojarlos de su humanidad para que queden consignados a un adjetivo puntual, monstruoso. Como no utilizar el término, de esa forma es mucho más consumible para el promedio mexicano que no le interesa saber terminología acercada a la realidad; más bien, prefiere el morbo que pueda causar “el monstruo”.
Mientras tanto, el término pareciera tener unas doble función: volverse una forma de acercarnos, aunque sea superficialmente al tipo de cultura estadounidense; Badia explica: “las monstruos no nos asustan, no son esa cosa aterradora de la cual escapamos; nosotros buscamos a los monstruos, son parte de nosotros. No podemos asociar a los asesinos con monstruos, es una clase de paradoja.”
UNA CULTURA DIFERENTE
Estamos en proceso en el que la existencia de estos seres no se puede dejar de lado, no podemos olvidar que estos personajes son un producto de una sociedad caótica y terriblemente estresante, que existen y que se necesitan identificar.
Si bien venimos arrastrando los atisbos de una cultura estadounidense es labor de un país crear su propia cultura alrededor de temas sensibles como lo es la violencia en general. Ya sea “monstruo”, asesino, o el término de preferencia, es algo necesario que hoy en día en México no existe. Es necesario, pues identificarlos es el primer paso.