Política

A hundred fires: crónica de un Zoom no anunciado

Así disfruté la primera audiencia del ex secretario de la Defensa, el general Salvador Cienfuegos: palomitas, Zoom y El Padrino.

Desperté a las 10:40 de la mañana. Mi primera junta del día era a las 8:30. No sé cómo no me han despedido, pero quizá es mejor no indagar. Tomé un café—¿o fueron cuatro?—y me dirigí a mi escritorio, en donde comencé a revisar las noticias del día: elecciones, muerte, vacuna, el papa y los gays, ah, ¡y el queso! Eso me recordó que tengo que comprar queso. También leche. Hice una nota de eso y comencé a trabajar en lo que sería esta pieza. A las 13:39, mi editora me informó que la audiencia del ex secretario de Defensa, Salvador Cienfuegos, se llevaría a cabo en Los Ángeles, vía Zoom. Sentí un escalofrío de solo escuchar esa palabra… Zoom… Ese escurridizo videochat que acecha mis pesadillas y me ata a una computadora por horas indefinidas. 

La audiencia se llevó a cabo a las 13:00 horas de Los Ángeles, California. En la Ciudad de México, el reloj marcaba las tres de la tarde. Le di clic a la liga de la reunión, ajustando mi saco, como si el mismísimo juez MacKinnon me fuera a ver. La sala de la plataforma para videoconferencias, cuyo nombre voy a omitir, estaba en total silencio. Por un momento pensé que mi conexión a internet era inestable, como suele avisarme la computadora en todas mis ciberjuntas. ‘Quizá es hora de cambiarme de compañía’, pensé. Beep, beep, beep. El sonido del microondas interrumpió mi cálculo mental de cuánto pagaría si contratara Axtel. Olvidé que había hecho palomitas para acompañar el evento. 

Regresé al escritorio, con el bowl rebosado de palomitas. Al momento en que me senté, el juez Alexander MacKinnon apareció en mi pantalla. Algo en su apariencia me resultó desconcertante: caucasico, ligeramente arrugado, canoso, con un cubrebocas muy grande para su cara. No pude decidir si parecía más un abuelo buena onda o un supremacista blanco; quizá ambas. Espere un momento. Cierta adrenalina me atravesó, como cuando vas a un concierto y la banda está a punto de salir. Traté de desechar ese pensamiento tan pronto como apareció. 

Para mi sorpresa, la banda no llegó. Solo el abogado de Cienfuegos, Duane Lyons, portando un traje que, hasta yo que no estoy al día con las tendencias de la moda, pude distinguir que no fue barato. Al no ver el rostro del ex funcionario, sentí algo de decepción. Una vez más traté de evadir el pensamiento. Pero lo cierto es que esperaba ver su cara, aunque fuese por medio de una pantalla y a kilómetros de distancia. Tiene uno de esos rostros malvados que vale la pena observar, si quiera para sentirme bien de que el mío es más amable. 

Lyons fue directo al grano, sacándome de mi trance, y pidió al juez la libertad de su cliente bajo una fianza de 750 mil dólares. Saqué la calculadora del celular: alrededor de 15 millones de pesos. Seguro pensó: ‘le haré una oferta que no podrá rechazar’. MacKinnon no parecía convencido. El abogado no tuvo pelos en la lengua cuando aseguró que esos eran los ahorros de toda la vida de Cienfuegos. No pude evitar reírme un poco; los crímenes de los que es acusado sugieren que tiene uno que otro millón escondido bajo el colchón. 

“Mi cliente tiene toda la intención de querer limpiar su nombre. Tiene la intención de luchar contra todos los cargos”, dijo Lyons, con un vena asomándose en su frente. Después, aligerando su tonto y poniendo una mano al pecho, explicó al juez que Cienfuegos, al tener 72 años, correría el riesgo de contraer COVID19 si permaneciera en prisión. Su cara de puchero fue tan convincente que casi me la creo, pero el juez MacKinnon permaneció estoico. 

El fiscal federal, Ben Balding, expresó su preocupación de que Cienfuegos fuese a acudir a sus contactos en México para huír. Su sentencia podría ser de 10 años a cadena perpetua, mencionó Balding; así que motivos para escapar, Cienfuegos tiene de sobra. El juez estuvo de acuerdo y negó la petición de Lyons. Éste intentó convencer al juez de que no trasladara a su cliente a Nueva York, al menos hasta que pudiera hablar con su abogado mexicano.

Al final de la semana, MacKinnon aseguró, Cienfuegos será trasladado a Nueva York, donde apelará frente a una Corte de Brooklyn, presidida por el juez Sanket J. Bulsara. Mientras tanto, el ex titular de la Sedena permanecerá en el Centro Metropolitano de Detención en Los Ángeles. Así, el juez MacKinnon dió por terminada la sesión. 

Cerré la computadora e hice algunas anotaciones en mi libreta; a veces me gusta pretender que soy de la vieja escuela. Esperé un mensaje de mi editora para comentar lo sucedido en la audiencia, pero este nunca llegó. El bowl de palomitas seguía lleno. No quise desperdiciarlas, así que me eché al sillón y puse El Padrino.

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