Desde el domingo pasado el planeta fútbol se sacudió en el movimiento telúrico más grande de los últimos 10 o 20 años. La Superliga Europea anunció su nacimiento por medio de los 12 clubes que iban a fundarla: Real Madrid, Barcelona, Atlético de Madrid, Manchester United, Manchester City, Chelsea, Arsenal, Tottenham, Liverpool, Inter, Milan y Juventus. Cada uno de estos equipos emitió un comunicado anunciando la creación de una liga de élite, en la que estos 12, más otros tres clubes fundadores (que nunca se conocieron) y cinco más, clasificados por sus méritos, jugarían entre sí en un evento que buscaba desbancar a la UEFA Champions League como el torneo de clubes más importante del mundo.

Desde ese momento, los medios deportivos liberaron una catarata de información (y desinformación) que le hirvió la sangre a los fanáticos, que protagonizaron un movimiento colectivo en redes sociales, y luego en los estadios, nunca antes visto en la historia contemporánea de este deporte. A eso se le sumó la UEFA, cuyo presidente, Aleksander Čeferin, llamó «serpientes» a los presidentes de los clubes que se rebelaron y decidieron formar su propia competición.
Ese fue el origen de una guerra que vio su primera batalla desde el pasado domingo hasta el martes, cuando la mayoría de los 12 anunció su salida de la Superliga. Una guerra entre los entes más poderosos y codiciosos del fútbol. Por un lado, los clubes más influyentes del mundo, que no dudan en desembolsar 100 millones de euros por una superestrella; por otro, el organismo que les permite desembolsar esos 100 millones como si nada. La motivación de ambas partes es evidente; el fútbol hace mucho tiempo dejó de ser el deporte del pueblo, ahora es el deporte de los magnates.
La Superliga y cómo se beneficiarían los 12.
De acuerdo al informe Football Money League, que perfila a los 20 clubes que más ingresos generaron en una sola temporada, y evalúa su desempeño financiero, se encontró que todos los clubes que conforman la Superliga registraron una caída importante en sus ingresos la temporada 2019/2020; ello como consecuencia de la pandemia por el Covid-19. En promedio, los ingresos de estos 12 clubes cayeron en un 13%. El A.C Milán fue el que más quedó golpeado, perdiendo el 28% de sus ingresos debido, entre otras razones, a la sanción impuesta por la UEFA que lo sacó de los torneos internacionales en la campaña pasada. El equipo menos afectado fue el Liverpool, que solo perdió el 8%, y logró defenderse con lo generado tras ganar la Premier League, el Mundial de Clubes y la Supercopa de la UEFA.
En términos generales, todos estos clubes perdieron dinero tras tener que cerrar las puertas de sus escenarios debido a la pandemia (esto golpeó más a los equipos con estadios nuevos como el Tottenham y el Atlético de Madrid), o perder varios acuerdos de merchandising y tener que cerrar sus tiendas oficiales y museos. Pero, principalmente, la pérdida de ingresos por derechos de televisión terminó de dejar en una mala situación a los 12 fundadores de la Superliga. Hay que recordar que el fútbol se detuvo por completo durante varios meses del 2020, y ese tiempo al aire no utilizado tuvo que ser devuelto a las cadenas de televisión que pagan cantidades envidiables por poder exhibir a los mejores equipos del mundo en sus pantallas.

Además, varios de estos equipos atraviesan malas situaciones que hacen que una Superliga, para ellos, no se vea como una idea tan descabellada. El claro ejemplo es el Barcelona. El equipo culé atraviesa una crisis financiera importante, causada por una caída del 15% en sus ingresos y una crisis deportiva de la que apenas están saliendo de la mano de Ronald Koeman como DT. El déficit en el Barça se encuentra, sobre todo, en el pago de los salarios de sus futbolistas el cual, de hecho, es un problema generalizado entre los grandes clubes de Europa. Ante esto, Gabriela Luna, especialista en economía deportiva, afirma que: «En el fútbol se ha perdido la idea de los topes salariales, que sí existen en otras competiciones como la NFL. Y el hecho de no tener topes salariales, hace que equipos que son muy rentables como el F.C Barcelona o el Real Madrid, a veces, operen con números rojos.».

Esta problemática financiera fue la que impulsó a los 12 a crear la Superliga. Con ella, sería mucho más el dinero que les entraría, al ser más atractivos los partidos; como lo explicó Florentino Pérez, presidente de la Superliga y del Real Madrid. Ese formato tiene bastante sentido puesto así: si hay más partidos de élite, habrá más audiencias y habrá más dinero por parte de las cadenas de televisión que quieren transmitir esos encuentros. Pero ese modelo puede volverse insostenible, como lo expresa César Velázquez, otro experto en economía deportiva: «Nada nos dice que en 5 años esta liga genere la misma competencia que ahorita. Entonces yo, como espectador, ya no voy a querer ver la Superliga en 5 años si hay equipos buenos y unos malos.».
Este argumento va muy ligado al tema de la competitividad, el talón de Aquiles de esta Superliga. El Arsenal, por ejemplo, está teniendo una temporada bastante deficiente, siendo noveno en la Premier League y semifinalista de la Europa League. Ese rendimiento no parece ser digno de un equipo de Superliga donde, supuestamente, solo juega lo mejor de Europa. Al final, los ‘gunners’ están ahí por las audiencias que mueve, más que por sus resultados en el campo.
La UEFA y el perfecto ejemplo de cómo lanzar la piedra y esconder la mano.
Al otro lado de la contienda está la UEFA. De entrada, la posición que dio la organización fue una de indignación y de ofensiva en contra de los 12 clubes fundadores de la Superliga. Rápidamente, el organismo encabezado por Čeferin se aprovechó del revuelo causado en los fanáticos para victimizarse y autoproclamarse como el bando más austero y menos interesado en el dinero. Pero la realidad muestra otra cosa.

Aunque hay que decir, de entrada, que la gran perdedora con la Superliga era la UEFA, porque iba a perder a los equipos que, en su mayoría, le han dado a la Champions la importancia que tiene. «Hay alrededor de un 60% de los partidos de la ronda de grupos de la Champions, que al 90% de la gente, a nivel global, no le importan (…) también es cierto que esos 12 equipos, que formaron la Superliga, son los que hacen muy valiosa la Champions.«, afirma Luna. En ese sentido, una Liga de Campeones sin los 12 perdería sumas importantes de dinero, lo que explica la efusiva reacción de la UEFA.
Ahora bien, esa situación la causó la UEFA misma, al fallar en convertir la Champions en un torneo que le genere más dinero a los equipos que la juegan. «Más o menos, la UEFA se llevó 3.000 millones de euros el año pasado por la Champions; esos son como 70.000 millones de pesos, más o menos. De esos 3.000 millones de euros que se llevó la UEFA, solo reparte a los equipos 1.950 (millones), aproximadamente; entonces la UEFA se queda con 1.000 millones de euros.», explica Velázquez. Ese reparto fue lo que hizo que los 12 decidieran marcharse de la Champions para jugar la Superliga. Según lo explicó Florentino, esa cantidad que reciben ya no la consideraban proporcional a lo que aportaban estos 12 equipos a la UEFA, en términos de derechos de televisión y marketing.
Además, las intenciones de la UEFA están muy lejos de ser altruistas y bien intencionadas. Un ejemplo claro es el nuevo sistema de Champions que instalarán en el 2024. Este formato recibe a 36 equipos, cuatro más de los que juegan actualmente, y elimina la división por grupos. Será una sola tabla de posiciones donde cada uno de los equipos jugará 10 partidos. Al final de esa fase, los primeros 8 puestos irán a octavos de final, y los que se ubiquen entre la plaza 9 y 24 jugarán una ronda de play-offs; los ganadores completarán el cuadro de los octavos para que el torneo se siga desarrollando como normalmente lo hace. El nuevo formato es, en primer lugar, bastante complicado de entender; pero más grave aún, supone una sobrecarga de partidos para los futbolistas y, al ser más encuentros, sube más el tiempo en pantalla y el dinero por los derechos televisivos. Esta nueva Champions es, también, un proyecto supremamente codicioso; solo que nadie fue afuera de la sede de la UEFA a protestarlo.
El fútbol no está salvado.
Ahora que se han calmado las aguas, el panorama no se ve alentador. La Superliga, que muchos creen que pasó al olvido, solo se tomará un descanso para regresar con otras ideas y otro sistema que, ojalá, sea más receptivo a la meritocracia y endulce más el oído de los fanáticos para que salga a flote. Mientras tanto, la UEFA inyectará 7.000 millones de euros más a la Champions -que convenientemente aparecieron cuando los 12 clubes amenazaron con irse- y seguirá adelante con su formato que sobreexplotará físicamente a los futbolistas que ya padecen las consecuencias de un calendario excesivamente apretado (no hace falta más que ver la lista de lesionados del Liverpool esta temporada).
Mientras tanto, los 12 clubes seguirán buscando alternativas para superar sus dificultades financieras, aunque a algunos les costará más que a otros. Por ejemplo, el Tottenham tendrá que resolver cómo pagará la indemnización de Mourinho (despedido esta semana), tasada en 23 millones de euros, sin vender a Harry Kane en el intento. A otros les irá mejor, como al City que podrá, como siempre, derrochar dinero en fichajes sin que la UEFA les diga algo; mucho menos ahora que los ‘citizens’ fueron los primeros en abandonar la Superliga.
O al PSG, que tuvo la agradable noticia de que Nasser Al-Khelaïfi, su presidente, es ahora el presidente de la ECA (Asociación de Clubes Europeos), en reemplazo de Andrea Agnelli, presidente de la Juventus. Además de que los parisinos casi se convierten en campeones de Champions por default, seguirán gozando de su habitual derroche de millones sin que entre el Fair-Play Financiero y, para terminar, sus dueños catarís tendrán la posibilidad de gozar de un Mundial en su país; uno que lleva miles de obreros muertos en su construcción. Pero la gente no saldrá a protestar eso.

El fútbol no murió con la Superliga, el fútbol ya estaba muerto; pero ahora queda claro quiénes son los verdaderos culpables.