Cultura y Arte

Los psicotrópicos en el siglo 21: del viaje sagrado a la compra en una aplicación

Hace 70 años para conseguir psicotrópicos, como los hongos alucinógenos, tenías que viajar hasta un poblado localizado en la sierra oaxaqueña, hogar de Maria Sabina. Personajes como Aldous Huxley, John Lennon o Walt Disney, lo hicieron, pues ahí la chamana mazateca realizaba ceremonias con danzas, cantos y la sustancia psicotrópica. Esta los llevaba a tener una de las experiencias más significativas de sus vidas. Hoy, solo hace falta pedir un “RappiFavor”.

«El hongo sagrado me toma de la mano y me lleva al mundo donde se sabe todo», María Sabina

Uno de los principales problemas con el uso de psicotrópicos es que se han convertido en un producto de consumo masivo. Esto ha ocasionado que la toma de estas sustancias se lleve a cabo sin las precauciones que la tradición indígena sí contempla tras siglos de prueba y error.

Por ejemplo, entre las preparaciones para el ritual, se incluye el ayuno, la abstinencia alcohólica, cuidar la alimentación, evitar los actos sexuales en los días previos, entre otras cosas. En otras palabras, al  saciar la demanda del mercado se ha olvidado todo lo que el consumo de estas “plantas sagradas” implica.

«Lo que hace falta es una nueva droga que alivie y consuele a nuestra doliente especie sin hacer a la larga más daño del bien que hace a la corta», Aldous Huxley en Las puertas de la percepción (1954).

Los psicotrópicos, son todas aquellas sustancias, tanto naturales como sintéticas, que al ser ingeridas se abren camino a través del torrente sanguíneo hasta ocasionar efectos en el sistema nervioso central (ANMAT).

En otras palabras, generan cambios en tus pensamientos, emociones y comportamiento. Dentro de esta gran bolsa denominada como “sustancias psicotrópicas” entran el alcohol, la nicotina e incluso, la cafeína.

Las de mayor tradición en México que, por cierto, son más fuertes que una taza de café, son: los hongos, el peyote, la ayahuasca y el bufo alvarius, conocido coloquialmente como “sapo”. Y aunque el consumo de estas sustancias está presente desde los inicios de la civilización, hay una súbita popularidad, un resurgimiento en el interés, focalizado en el cambio de siglo, según el Dr. José Luis Díaz Gómez, catedrático de la UNAM y especialista en neurofarmacología y psiquiatría experimental, con obras importantes al respecto como Las moradas de la mente: conciencia, cerebro, cultura.

«El interés y el uso de estas plantas siempre estuvo latente, lo que cambió fue que la persecución por parte de las autoridades es cada vez más tolerante».

Si bien las sustancias no están reguladas por instituciones del estado, existen preparaciones de años que dotan a quien las toma con las facultades necesarias para hacer estas ceremonias. Así como de un certificado con validez para la gente del gremio, asegura Alberto, apodado Cholo, chamán especializado en temazcal, oriundo de Guadalajara, Jalisco.

Los psicotrópicos, también conocidos tradicionalmente como plantas medicinales, se han utilizado a lo largo de la historia en ceremonias. También, como el nombre lo dice, por sus propiedades curativas, tanto a nivel físico como emocional.

El encargado de suministrar estas sustancias es, por antonomasia, el chamán, palabra que se inventó en Turquía y el norte asiático para referirse a los médicos, puesto que significa “el que sabe”. El término se acuñó a lo largo de muchas civilizaciones para englobar las figuras del sabio, el curandero, el portador de la espiritualidad. 

«Los grupos prehispánicos americanos llevaban prácticas rituales alucinatorias en diferentes contextos religiosos para abrirse a otro tipo de realidades, para inducir experiencias de iniciación a ciertos misterios y para curar enfermedades del cuerpo y del alma», CONABIO.

Sin embargo, el consumo de estas sustancias en la actualidad tiene sus raíces, según los entrevistados, en el uso recreativo/diversión y en la introspección, ya sea por autoconocimiento o sanación. 

«En el cumpleaños de mi amiga, contrató a un chamán, él puso un altar y nos puso en círculo a dar las gracias y enfocar nuestra energía hacia donde quisiéramos llevar nuestro trip. Nos limpió con palosanto y prendió las velas del altar. Después nos comimos los hongos, en el fondo se escuchaba musiquita. Vino con cada uno y nos preguntó si había algo en específico que quisiéramos trabajar. Fueron quinientos pesos por dosis», cuenta Daniela Estébanez, estudiante de 21 años. 

Psicotrópicos comunes

Los hongos alucinógenos, llamados “honguitos”, son aquellos que contienen psilocibina, un psicoactivo. En las ceremonias, se utilizan para sanar al niño interior, según Alberto, por lo que durante la experiencia salen a relucir traumas o problemas de la infancia y la mayoría de las veces son llevadas por mujeres, representando a la madre. Los hongos tienen un origen particular ya que a partir de la descomposición orgánica, nacen estas especies.

De acuerdo con el documental Hongos Fantásticos (2019), fueron un factor importante para que el cerebro humano se triplicara tras siglos de evolución, pues, crean nuevas conexiones neuronales. Este fenómeno científico, permite la ya mencionada expansión de la conciencia.

Su uso tradicional en México se concentra en Oaxaca, principalmente por los grupos indígenas Mazatecos, Chinantecos, Zapotecos, Mixes y Chatinos.

Daniela Estebanez también platica que el consumo de psicotrópicos se ha vuelto algo usual en su hogar.  Su madre, una psicóloga, consume mensualmente ayahuasca con la intención de estar bien consigo y así trabajar de mejor manera, “es como si fuera una terapia intensiva”, menciona.

Estas plantas milenarias han formado parte de la humanidad porque «todos estamos buscando algo: la experiencia, el viaje y hay otros que buscan preguntas, respuestas o algunos van más hacia la sanación», asegura Alberto.

La flora mencionada abarca desde la manzanilla, con sus propiedades digestivas, entre otras, hasta los hongos alucinógenos, el peyote, la ayahuasca y el sapo. A estas últimas se les conoce como “hermanos mayores” ya que permiten una introspección que, bien hecha, expande la conciencia. 

«Las plantas de poder o plantas maestras te enseñan una realidad no ordinaria, tipo Dr. Strange, te llevan a otro lugar y si no logras conectar tu realidad con esa otra, te vuelves loco», Alberto.

En cuanto a la forma de conseguirlas, los entrevistados cuentan de usuarios en Instagram, Facebook y Twitter que sirven como guía o brindan estos servicios. Un nombre que sale a relucir múltiples veces es el de Yannina Thomassiny, comunicóloga de profesión pero que ha dedicado los últimos años de su vida a ser facilitadora de procesos con plantas sagradas.

La influencer, @cassetteart en Instagram, cuenta con 77 mil seguidores y es famosa por su podcast Sabiduría Psicodélica, en el cual expone diferentes vertientes de este fenómeno. Tanto Daniela, como David Ramírez Lozano y Jennifer Bucio, la han sintonizado o han acudido con ella para experimentar con algún psicotrópico. 

Jennifer acudió con Yannina para tener un viaje de Bufo Alvarius. Para ello tomó como precaución una dieta dada por la influencer y tuvieron una charla previa en la que le explicó los motivos por los cuales le interesaba vivir la experiencia.

El día de su cita, la joven de 23 años, llegó a un consultorio adornado con plantas en donde se le suministró el veneno fumado. Tuvo un viaje de entre 15 y 30 minutos, acompañado del sonido emanado de los cuencos de la guía.

«Fue un viaje loquísimo, salieron cosas que no recordaba, y cuando más difícil se puso, Yannnina se dio cuenta y me abrazó, me acompañó y pude llegar a un lugar que no sé cómo describir… Sentía mucho amor.»

El Bufo Alvarius, también conocido como el sapo del desierto sonorense contiene la bufotenina,  (psicoactivo) en el veneno de su piel. Su efecto es tan fuerte que algunos lo llaman “La molécula de Dios”. Los rituales de esta sustancia se concentran en el estado al norte de México y se llevan a cabo por médicos tradicionales Seris y algunos Yaquis.

Por su parte, David Ramírez Lozano lleva pocos meses adentrándose en el mundo de los psicotrópicos, pero en ese tiempo su vida ha dado un giro para bien. Comenzó con hongos, pasó por el LSD y tiene planeado irse a un retiro en Valle de Bravo, donde una pareja de europeos guiará su experiencia con ayahuasca a cambio de diez mil pesos. Su forma de asesorarse en el tema ha sido, de igual manera, mediante el podcast Sabiduría Psicodélica.

Es importante mencionar que el uso de los hongos y del peyote nacieron en México, mientras que el de la ayahuasca y el sapo se remonta a las civilizaciones próximas al Amazonas. Sin embargo, el uso de estas ya sea por la rama tradicional o no, se difundió por el continente.

La ayahuasca, por su parte, es la mezcla entre dos plantas que potencian los efectos entre sí. Una liana (llamada ayahuasca), que contiene banisteriopsis, y otra llamada chakruna, que tiene DMT (N,N-dimetiltriptamina). 

«¿Cómo los chamanes de hace siglos o milenios descubrieron que había que juntarse estas dos que se potencian mutuamente, entre millones de plantas, para lograr los efectos de la DMT a largo plazo?», se pregunta el Doctor José Luis Díaz Gómez.

Las experiencias con un guía o la sustancia en sí están a un clic de distancia, en Facebook se ofrecen las dosis a diferentes precios. El veneno del sapo, en el Estado de México, ronda los ochocientos pesos. Incluso existen usuarios que ofrecen la experiencia “sapohuasca” por dos mil quinientos pesos. 

“Es que está cabrón un malviaje, si es sapo pues te duró media hora pero si te metiste ayahuasca, hongos o peyote ya te fregaste y vas a vivir un infierno entre 6 y 12 horas”, dijo Daniela Estebanez.

El peyote, también conocido como “Venado Azul” o “Venado Sagrado”, jícuri y Lophophora williamsii, es un cacto que contiene el psicoactivo de la mescalina. El epicentro tradicional que usa esta planta es con los huicholes que habitan en la Sierra Madre Occidental, principalmente en Nayarit, también en Jalisco, Durango y Zacatecas.

Los encargados de suministrar son los Marakame, nombre de los chamán o brujos locales. Tanto esta planta como los hongos aparecen en códices y son mencionadas por Fray Bernardino de Sahagún en Historia General de las cosas de Nueva España, documento también conocido como Códice Florentino. En sus páginas, el autor señaló que estos psicotrópicos permitían a los indígenas hablar con sus deidades “demoníacas”. 

A excepción de la ayahuasca, los otros tres psicotrópicos mencionados son reconocidos por sus usos médicos y rituales tradicionales para las poblaciones indígenas de acuerdo con el artículo ll de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en el que se permiten y limitan los usos y costumbres de las poblaciones originarias. Y si bien el uso medicinal puede ser muy beneficioso, una mala práctica puede ir desde una experiencia desagradable, hasta la muerte. 

«Estos fármacos no son inocuos y pueden producir psicosis tóxicas o activas psicosis latentes que llevarán a la persona a depender de cuidados psiquiátricos…», comenta el experto en psicobiología, José Luis Díaz Gómez, agrega: «el trasplante de estos fármacos a comunidades urbanas hace que se utilicen de formas poco cuidadosas y arriesgadas».

Alberto dice, a propósito de lo anterior, que la demanda poco regulada hace que las plantas de poder sean mezcladas con otras sustancias, de forma que el dealer ahorra un poco a costa de la salud del comprador. Por otro lado, está el asunto de las ceremonias fraudulentas que ni están ligadas a las tradiciones milenarias y tampoco saben procurar la salud del asistente. 

«La droga es el producto ideal…La mercancía definitiva. No hace falta literatura para vender. El cliente se arrastrará por una alcantarilla para suplicar que le vendan…El comerciante de droga no vende su producto al consumidor, vende el consumidor a su producto. No mejora ni simplifica su mercancía. Degrada y simplifica al cliente», William Burroughs en  Un almuerzo desnudo (1957).

Un ejemplo de ello fue la experiencia de Diego Minutti, estudiante de 20 años. Él fue invitado a una toma de ayahuasca en una escuela ubicada en Ecatepec, Estado de México. Esto es posible porque durante el turno vespertino las instalaciones se encuentran desocupadas. La dosis le costó cuatrocientos pesos.

“Fue en un salón de clases, el cuate de mi cuate solo hizo los pupitres a un lado, nos pidió que nos sentáramos en el piso y nos acercó un bote de basura por si alguien quería vomitar”

«Hay mucho charlatán y quienes lo hacen por dinero… y sí se meten una lana. Había un chavo súper joven por acá que vendía sus ceremonias de ayahuasca, hasta que un día se fue a tomar sapo en las lagunas de Chiapas y los espíritus lo ahogaron. Cosas así pasan cuando se hace mal: se ha encontrado hasta metal en la ayahuasca manipulada y la gente que se mete cosas en el desmadre, sale hecha un desmadre», comenta Alberto.

 

Psicotrópicos en la historia

No obstante, como menciona el Dr. Díaz Gómez, el interés masivo por estas sustancias se remonta a épocas anteriores. El boom de los psicotrópicos nace con la ya mencionada y emblemática figura de María Sabina Magdalena García, en la década de los 50’s.

Aunque es importante mencionar que sus “veladas” se volvieron populares después de que la revista Life publicara, en 1957, un artículo ilustrado que relataba al pie de la letra las ceremonias de hongos. El autor, un entusiasta en el estudio de los hongos, fue Robert Gordon Wasson.

En simultáneo al interés por las tradiciones chamánicas, hubo grandes investigaciones neurocientíficas con relación a los psicotrópicos. Entre ellos, se descubrió que son muy buenos para atender la depresión y las adicciones 

«Un psicotrópico, como cualquier droga, destruye los caminos cerebrales y estos se crean por hábitos. La persona puede a partir de eso crear nuevos hábitos. Y sí, la depresión es un hábito», asegura Zyanya Mariana Mejía, maestra en historia por la UNAM.

En las décadas de los 60’s y 70’s, la popularidad de los psicotrópicos se encuentra con movimientos contraculturales y políticos fuertes. Sobre todo en Estados Unidos, como los hippies, en contra de la Guerra de Vietnam, el Rock & Roll, ligado a la liberación sexual, los movimientos en defensa de los afrodescendientes, como las Panteras Negras, entre otras cosas. 

México también ardió durante estas décadas, en parte por la influencia norteamericana, por el choque entre ideologías de izquierda y de derecha, los  movimientos como el de La onda. También por la liberación sexual, acompañada de música y escenarios legendarios como el festival de Avándaro, donde primó la psicodelia y la influencia hippie.

A su vez, esta cultura fue acompañada brevemente por la revista Piedra Rodante (como Avándaro es a Woodstock, Piedra Rodante es a la Rolling Stone). Tuvo diez números en total, aunque sólo nueve de ellos fueron publicados. Un tema recurrente en la revista es el de los psicotrópicos y la legalización, en parte con un enfoque medicinal y psicológico, naturalmente, pues, su fundador, Manuel Aceves, era jungiano.

Este clima propició un mayor consumo de sustancias, tanto en busca de la ya mencionada espiritualidad, como en el desenfreno de las fiestas. Ligadas al rock y los grandes festivales musicales que hubo, el más famosos Woodstock. E incluso siendo suministrado por parte del gobierno a las tropas…

Entre el 10% y 15% de los soldados estadounidenses que combatieron en Vietnam fueron adictos a la heroína, asimismo les suministraban marihuana y LSD. Esto se salió de las manos hasta que en 1971, se le declaró la guerra a las drogas (War on drugs).

«La adicción a las drogas es el enemigo público número uno de Estados Unidos» dijo en aquel entonces el presidente en turno Richard Nixon.

A partir de esto, todos los psicotrópicos «… se catalogaron como estupefacientes y adictivos, que algunos ni lo son, así como otros lo son en menor medida». Comentó el Dr. José Luis Díaz, quien tuvo que detener la investigación que estaba realizando en aquel entonces, acerca de los efectos del LSD en el cerebro de algunos animales. Porque durante la década de los 70 ‘s  se volvió cada vez más difícil tener acceso a ese tipo de fármacos.  

«Cuando más logra usted aumentar el miedo a las drogas y el crimen, las madres desamparadas, los inmigrantes y alienados, más controla a toda la gente», Noam Chomsky.

Sin embargo, comenta Zyanya Mariana, «México sigue siendo un productor y un paso». Esto, aunado a la prohibición y la gran demanda, fue un desencadenante del fenómeno económico y criminal del narcotráfico.

Desde ese entonces, ha habido cambios ideológicos al respecto, mostrando, en un comienzo, mayor libertad con la marihuana. Después, aunque aún no de forma institucional en la mayoría de los países, con los psicotrópicos mencionados.

Alberto recuerda que su primera ceremonia de peyote trajo consigo conflictos con su mamá y con su esposa. Esto por el estigma bien arraigado, aunque poco a poco, ha visto más entendimiento al respecto. 

Él señala lo siguiente:

«Lo importante es la intención, eso es lo que te saca adelante. En una ceremonia, si tienen de forma anclada el porqué estás ahí, a lo mejor vas a tener un ratito fuerte, pero saldrás adelante. Si no sabes, la medicina te entra por todos lados y es peligroso».

Por su parte, José Luis Díaz Gómez considera que es válido el uso de sustancias por el motivo que sea. Sin embargo, recomienda una ardua investigación previa al consumo.

Por último, Zyanya Mariana no cree que el problema en sí sea el mal uso de los psicotrópicos, sino la economía de servicios en la que vivimos, donde esta explotación comercial sucede con todo. 

«De lo que sí estoy segura es que los psicotrópicos llevan en este mundo más tiempo que nosotros. Si estamos bien preparados, podemos comerlos, pero de otra forma, el psicotrópico te come a ti…»

Por Darío Quijano y Bárbara Sánchez

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