Cultura y Arte

El Estado de Coyoacán

Pasando los palacios coloniales de Coyoacán, que ahora les llaman edificios, las cafeterías para hippies y bohemios que “buscan la vida sencilla” y  piden sus lattes con leche de almendra, fruto del monje y miel orgánica artesanal, se encuentra un centro cultural millonario, y no, no es la Casa Azul de Frida Kahlo y Diego Rivera.

Desde afuera, La Villa Cultural de Coyoacán parece un lugar anónimo, perdida entre puestos, paredes grafiteadas y  mentadas de los microbuseros. Pero, al sumergirse entre sus cortinas rojas de terciopelo, se encuentran miles de historias clásicas de nuestro México antiguo.

Dichos momentos están protegidos por tres grandes guardianes; Salvatore, Samantha y Rodrigo. Tres valientes guerreros que están dispuestos a contarte cada una de sus aventuras en este bello lugar. Por sus venas corre el arte y el amor a México. Tal cariño es lo que los ha llevado a dedicar su tiempo y sus fuerzas en este proyecto. 

Artistas como Mario Giraud y Siqueiros han pasado por la Villa y, a pesar de que sus obras podrían valer millones y exponerse en recintos como Bellas Artes, estos guardianes prefieren invitar a las personas sin condicionarles a una tarifa, exponer a artistas callejeros sin títulos sofisticados o renombre e incluso dormir en catres. Pues, como dicen, El arte es para compartir, no para competir”.

La Guardiana Samantha 

Samantha
Petronella Berg

Samantha está rayando lima. Su pelo castaño ondulado está amarrado en un desordenado chongo para realizar sus labores. “Tenemos una exposición en 10 minutos para todos; niños, adultos y jóvenes”, dice. Sus brazos y pecho están llenos de coloridos tatuajes. Va a cumplir un año trabajando en este establecimiento.

A primera vista, parece una persona seria, pero conforme pasa el tiempo, uno cae en cuenta de que es en realidad una persona divertida y llena de vida. Ama las artes e imparte clases de teatro. También, es estudiante de periodismo en la CNA, por lo que estudia por las mañanas y trabaja el resto del día.

Entre el ruido de la calle se gritaba con Salvatore, su compañero de trabajo, y ambos reían cada que decían una grosería; tendrían que poner una moneda en la alcancía de las majaderías. Expresó su admiración por Rodrigo, el dueño del centro, y su felicidad por trabajar en un lugar que nunca le ha cerrado sus puertas a nadie, más que compañeros de trabajo que se han convertido en una familia y en una vía de escape a la aburrida cotidianidad. 

Se escucha una exclamación desde fuera: “¿Tenemos hotcakes?”, gritaba Salvatore. “Todavía no”, le respondió Samantha con las manos llenas de ingredientes. “¡Muy pronto tendremos hotcakes!”, reiteró.

El Guardian Rodrigo

Rodrigo
Petronella Berg

Fumando su cigarro, Rodrigo está contando billetes. ¿Cuánto necesitas?”. Tiene un chaleco verde militar con varios bolsillos pequeños. Su pelo teñido está peinado por atrás. Alrededor de su cuello, lleva varios collares con llaves, un encendedor y un cubrebocas.

Rodrigo ayuda a los artesanos locales al darles un espacio para vender su arte. La calle se llena de color con los títeres, joyas y tatuajes de henna que ofrecen a la gente paseando. Se sienta en un taburete de madera enfrente de unas de las mesas de artesanía para contarnos su historia. 

Rodrigo Ramos es el dueño de esta Villa Cultural. El espacio era la casa de su bisabuela y es él quien la administra, gobierna y mantiene en funcionamiento. De hecho, era abogado y explica que, para financiar el proyecto, liquidó todos sus activos. Pues, mira; el proyecto inició el 17 de octubre de 2019 cuando inauguramos la galería de arte”. Rodrigo explica que la idea nació porque la mayor parte de los talentosos artesanos no tienen lugares en donde exponer su arte. Así, decidió ofrecer este espacio en el cual pudieran dar a conocer sus obras. “¡Son muy buenos en sus trabajos!”, exclamó.

Durante la pandemia, Rodrigo, junto con su equipo, tomaron la decisión de convertir el lugar en un centro de acopio. Actualmente, no solo es un espacio de exposición de arte y teatro, sino que también ofrece clases y talleres de drama, pintura y fabricación de títeres.

Yo creo que todos los que somos de Coyoacán tenemos una diferente manera de ver la vida”, el dueño e inhala el tabaco de su cigarro. No es un secreto que la comunidad de Coyoacán es muy importante para Rodrigo. De hecho, se propuso quedarse por tres años sin salir de la delegación. Ahora que están cerca de expirar, no sabe con certeza cuál será su siguiente paso. Nos cuenta que cuando era adolescente, Rodrigo viajaba con frecuencia. Afirma que cuando se encontraba  con un coyoacanense en sus viajes, lo reconocía inmediatamente. Un coyote es un coyote”.

El Guardian Salvatore

Salvatore
Petronella Berg

El más excéntrico de todos los guardianes de  esta villa. Sin embargo, nunca está solo. Un gigantesco San Bernardo de dos años de edad que responde al nombre de “Cox”, está siempre a su lado. 

Salvatore lucía una playera de tirantes gris y pantalones bombachos. Cox, por su lado, un paliacate rojo amarrado al cuello. Ambos se encontraban en la banqueta; Salvatore montando sus piezas de joyería, que él mismo fabrica, sobre una mesa de plástico y el otro, echado a sus pies.“Ese es un fósil”, le dice a una potencial compradora que se encuentra mirando sus collares.

Él es el encargado de dar clases de idiomas, ya que sabe hablar al menos cinco fluidamente. Dentro de la Villa también es el experto en dar recorridos por Coyoacán, pues lo conoce como la palma de su mano. Estos incluyen las casas de diversos personajes importantes para la historia de México como lo es Hernán Cortés, Emilio “El Indio” Fernández, Salvador Elizondo, Salvador Novo, entre otras.

La artesanía de Salvatore
Petronella Berg

Eso sí, antes muerto que incluir la casa de Frida Kahlo o León Trotsky. Para él, son personajes inflados que para nada representan lo que es Coyoacán.  También lleva a los turistas al último río vivo que pasa por esta delegación. Explica que la duración del recorrido depende del tiempo que los visitantes tengan y de qué tan bien la estén pasando. Si tienen la suerte de caerle bien, pueden acabar tomando cervezas mientras caminan por la zona de las casas más costosas. 

Ha recorrido diversos rincones del mundo, entre ellos, España y Grecia, donde se mantenía a sí mismo vendiendo su joyería. Aún así, repite que nada se compara con el lugar en el que se encuentra actualmente. 

Salvatore tiene los ojos grandes y sus expresiones faciales son muy marcadas. Dice más con un gesto que con una palabra. Contó sobre la gran amistad que mantuvo con Mario Giraud, quien vivía a unas cuadras de ahí. Narró que su casa era un ir y venir de grandes escritores, políticos y artistas; también, de la gran inteligencia que éste tenía, acompañada de poca paciencia. En numerosas ocasiones le tocó presenciar que corriera famosos de su casa.

Hay ocasiones en las que la Villa también funciona como su refugio y hogar, pues Rodrigo le permite quedarse a dormir ahí. En más de una forma este centro cultural ha marcado y mejorado su vida; conociendo a grandiosas  personas a lo largo del camino y, sin duda, su  vibrante personalidad, sentido del humor e inteligencia, son lo que dota de alma a este lugar. Todo lo mágico que representa, se encarna en él. 

Salvatore no ve la necesidad de salir de Coyoacán, para él, este lugar lo tiene todo: “nosotros no nos consideramos del DF, Coyoacán es un estado en sí mismo. Somos del Estado de Coyoacán”, dice. 

Petronella Berg

El corazón de Coyoacán no está en sus mercados repletos de extranjeros, en los restaurantes cinco estrellas o en la supuesta cultura bohemia que le rodea, sino que está en su gente. En personas como Salvatore, Rodrigo y Samantha quienes comparten su arte, sus conocimientos y hasta su casa a cualquier “coyote”. Ellos nos enseñan a no dejarse llevar por las apariencias y la mercadotecnia que rodea a lugares que se autodenominan “la cuna de la cultura mexicana”. 

Si se dieran el tiempo, descubrirán que detrás de una casa de un piso, con  paredes viejas  y mesas de plástico en la entrada, existe un rincón artístico con una auténtica herencia mexicana, cuadros valuados en millones, gente intelectual y excéntrica que habla más de 5 idiomas sin necesidad de un traje o un título y, sobre todo, personas que viven de su amor al arte. La Villa Cultural de Coyoacán es extremadamente rica, quizá no en dinero, pero sí en comunidad. Son ellos los que fundaron el “Estado de Coyoacán”. 

Por Petronella Berg, Alexandra Loé, Andrea Martínez y Paulina Santamarina

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